sábado, 24 de octubre de 2009

Ensayo ante la World Youth Movement for Democracy. Por Angel Eduardo Marin Colombia

DEMOCRACIA Y EDUCACIÓN
Es el día de Joaquín estaba esperando hace mucho tiempo, por fin votará en unas elecciones. Hace año y medio cumplió su mayoría de edad y una de las cosas que más lo entusiasma de ser adulto es poder participar en la elección del presidente de la república. Temprano en el desayuno aprovechó para preguntarle a su padre por quien debían votar, pues siempre escuchó a su madre hacer la misma pregunta en cada elección. Su padre le dijo que no estaba muy seguro pues antes siempre votaban por el candidato del partido conservador, pero ahora don Pedro, que era el líder político de la región le había dicho que era mejor votar por un candidato independiente, que era quien iba a ganar y que para que no se desperdiciara era mejor darle el voto al él.
Joaquín esperaba una respuesta diferente, y la que recibió lo dejó muy inquieto, ¿cómo así que debían votar por el que iba a ganar?, ¿cómo así que él iba a votar por el candidato que decía don Pedro?, ¿acaso uno no votaba por la persona que le pareciera mejor para ocupar ese cargo tan importante? Intentó preguntarle uno de los profesores de su colegio, pero era jurado de votación y le contesto que no tenía tiempo, que le preguntara a su papá, intento preguntarle a uno de los funcionarios de la Alcaldía y el le dijo que cualquiera servia pues no era el alcalde al que iban a cambiar.
Al fin cuando vio que se acababa el tiempo para depositar su voto, hizo la fila, muy orgulloso recibió el bonito tarjetón con las fotos de los candidatos y marcó los dos que vio con mas frecuencia en los noticieros, anulando sin saber el primer voto de su vida, de lo que se enteró mas tarde por la burla de sus amigos cuando les contó por quienes había votado en esas importantes elecciones.
Experiencias como ésta nos alejan mucho a los jóvenes de la participación democrática, terminamos por concluir que nuestro voto no tiene la trascendencia y la importancia que debería, y como muchas personas antes que nosotros, nos convencemos que en realidad la democracia no existe, que es un teatro bien montado para que las personas del montón creamos que estamos participando y que eso nos hace importantes para el sistema.
En realidad determinar si existe o no una verdadera democracia es un propósito difícil de alcanzar. Existen muchos discursos demagógicos con los cuales se pretende demostrar la existencia de la misma, pero también hay muchas formas de plantear las razones por las cuales la democracia en nuestros países no es mas que una realidad de papel que con un poco de poder y de dinero se puede inclinar fácilmente a favor de los intereses de unos pocos.
Pero entonces, ¿qué hace falta para que la democracia sea una realidad palpable?, existen muchas respuestas para esta pregunta, depende de los diferentes puntos de vista, de los diferentes lineamientos políticos de quien construya la respuesta, y por sobre todo, depende de que tanta participación democrática perciba cada persona en su propia realidad.
Es cierto que en un país como Colombia se ha adelantado un proceso para crear mecanismos
de participación, para abrir puertas por las cuales ingresar al mundo de la participación democrática, pero hace falta algo muy importante para que las personas puedan acceder a esos mecanismos de una forma consciente, con criterio y conocimiento suficiente de qué es lo que van a hacer y cómo.
¿De que le sirve a un campesino colombiano que le den la oportunidad de votar en unas elecciones si no conoce a los candidatos más que por sus campañas publicitarias?, no conoce su verdadera trayectoria pues la información le llega sesgada, pero aun si conociera al candidato y pudiera leer con un nivel aceptable de comprensión de lectura sus propuestas, ¿puede discernir cuales propuestas tendrán el impacto social que el país necesita?, ¿Acaso ese campesino sabe realmente lo que el país necesita?. O simplemente considera que el candidato que más hable de paz, o hable de generación de empleo o apoyo al sector agropecuario es el que le conviene a la gente como él, sin saber si ese candidato esta hablando por hablar o realmente las estrategias que plantea tienen probabilidad de llevar esos proyectos al éxito. En otras palabras, no considero que haya democracia sin que todos los actores que participan en ella tengan unos niveles mínimos de educación y cultura ciudadana que les permitan
primero analizar a fondo toda la información que se necesita para tomar una decisión, y luego uniendo el conocimiento con los principios éticos y morales ejecutar sus acciones democráticas de forma consciente y trascendente.
La conclusión es que sin adecuada y suficiente educación no existe la democracia más que en nos postulados en el papel. Que aunque a un presidente lo elijan 8 o 9 millones de colombianos esa elección no es transparente y democrática si de 9 millones más de 8 no tienen la capacidad de discernir sobre la conveniencia o no de las propuestas por las que votaron.
Terminamos la mayoría de los colombianos votando por el impacto que tiene en nosotros las diferentes campañas publicitarias de un candidato, o por el poder de la información acomodada que presentan los medios de comunicación.
No es democracia si solo unos pocos que han accedido a la educación que los demás solo soñamos, deciden que le conviene al país y los demás simplemente seguimos sus indicaciones como corderos que van al matadero.
La solución a esta oscura realidad es un camino incierto, pues quienes tienen el poder para cambiar y mejorar la educación son los mismos que se han beneficiado durante generaciones de la ignorancia de los electores a los cuales convencen incluso con estrategias baratas como un delicioso plato de comida típica.
Considero que la solución no está en la clase política, pues siempre serán los políticos menos apropiados para el pueblo los que mejor saben cómo aprovechar los defectos del sistema. La solución está en una clase social que aun no nace en Colombia, y que debemos conformarla
todos los hombres y mujeres de estratos medios, que a través de la educación que con esfuerzos sobrehumanos nos ofrecieron nuestros padres o conseguimos con esfuerzos aun mayores por nosotros mismos, logramos acumular el conocimiento suficiente para analizar y discernir sobre los retos que plantea la democracia a todos sus actores.
Somos esas personas que no estamos ciegos por la ignorancia pero tampoco ciegos por la comodidad de las cunas de oro, que les impide a los más beneficiados por el sistema ver que el bienestar de la enorme mayoría de personas está muy lejos de conseguirse.
Necesitamos crear una masa crítica de personas que caigan en cuenta que sin Educación no hay Democracia y que mejorar la educación está en manos de nosotros que la hemos obtenido. Aun sin querer participar de política, por el puro sentimiento de que las cosas deben mejorar, y que contamos con los mecanismos para hacerlo, compartir nuestro conocimiento, no por mejorar nuestra propia calidad de vida sino la de quienes por si mismos jamás podrán hacerlo.
Y nos enfrentaremos a terribles retos, la misma sociedad nos rechazará por decir cosas diferentes a las que dicen las hermosas presentadoras de televisión, por criticar a lideres políticos que han obtenido índices de popularidad arrasadores de más del 80 por ciento, o simplemente porque la verdad los asusta, pero como dice el cantante, “la vida no vale nada, si no es para perecer, para que otros puedan tener, lo que uno disfruta a diario”.

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