Por AUGUSTO TRUJILLO MUÑOZ (*)
Especial para EL NUEVO DÍA
Su origen
El 19 de noviembre de 1929 se reunió en Bogotá una convención nacional del liberalismo colombiano, en la cual el joven delegado Alfonso López, nacido en Honda, cuarenta y tres años atrás, propuso a su partido prepararse para la reconquista del poder. No sólo lo había perdido hacia casi cuatro décadas.También parecía haber perdido el deseo de recuperarlo. Sus viejos dirigentes solían acomodarse a las contingencias de la hegemonía conservadora. López reclamaba acción y oposición contra un gobierno al cual acusaba de estar gestionando una "prosperidad a debe", que colapsaría más temprano que tarde.
Siete años antes, el 29 de marzo de 1922, se había reunido en Ibagué otra gran convención liberal que, bajo la orientación del general Benjamín Herrera, modernizó el programa doctrinario del liberalismo. Tesis como la de la igualdad civil de los colombianos y, por lo tanto, la de la eliminación de los fueros militares y eclesiásticos; la de una ley electoral que consagrara la representación proporcional de los partidos; la de la reforma del concordato en un sentido favorable a la independencia del poder civil; y la de la elección popular de alcaldes, se adoptaron en la reunión de Ibagué como necesarias para democratizar el país.
En 1922 la capital del Tolima sirvió de marco para que un grupo de jóvenes ingresara al escenario de la gestión política. La figura más destacada de este equipo fue Darío Echandía, nacido en Chaparral veinticinco años antes, una especie de filósofo antiguo cuyo ejercicio creador lo convirtió en "maestro", como terminaron llamándolo sus compatriotas, en reconocimiento a su austeridad y a su talento. La reunión de 1929 proyectó a López hacia el liderazgo nacional, al designarlo –en unión de los generales Antonio Samper Uribe y Leandro Cuberos Niño- como miembro de la Dirección Nacional Liberal.
López fue el gran inspirador de un nuevo pensamiento para el liberalismo colombiano y para el país. Echandía su gran gestor intelectual y político. Aquel fue el líder para el cambio, éste el filósofo para sustentar teóricamente las nuevas expresiones institucionales. Ambos los constructores de un sistema doctrinario tan coherente como sólo es posible en medio de una escuela de pensamiento. Por eso ésta sólo concebible con ambos. Dado su lugar de origen, tal escuela ha sido denominada por los actuales estudiosos de su legado espiritual como "Escuela del Tolima".
Por lo menos dos generaciones de tolimenses que se iniciaron bajo el alero intelectual de López y de Echandía mantuvieron la identidad doctrinaria durante su tránsito por la actividad pública. Incluso quienes, en un momento dado, decidieron moverse en otros ámbitos públicos, miraron siempre con admiración y respeto a estas dos grandes figuras de la historia colombiana. Jóvenes liberales como Miguel López Pumarejo, José Joaquín Caicedo Castilla, Rafael Parga Cortés, José María Barrios Trujillo, Eduardo Guzmán Esponda, Gonzalo París Lozano, Alejandro Bernate Castro, se incorporaron paulatinamente al llamado de López, que se cumplió entre 1929 y 1934.
Hubo también respuesta de conocidas familias tolimenses: Los Lozano y Lozano, los Rocha Alvira, los Camacho Angarita, Los Bonilla Gutiérrez, los Peláez Trujillo, los Melendro Serna, los Torres Barreto, hallaron en la convocatoria de López el pretexto que necesitaban para incorporarse a la empresa de modernizar el país. Todos los mencionados hicieron posible que, durante los años treinta, el Tolima viviera el más dinámico proceso de debate intelectual, agitación política y eclosión periodística. La "Escuela del Tolima" encontró ambiente propicio en las gentes de su departamento.
Todavía sobre los años setenta, el triunvirato compuesto por Alfonso Palacio Rudas, Rafael Caicedo Espinosa y Alfonso Jaramillo Salazar seguía dando testimonio de aquel mensaje doctrinario, que también suscribieron otros dirigentes y pensadores liberales como Felipe Salazar Santos, Eduardo Santa, Saúl Pineda, Guillermo González Charry y, más acá en el tiempo, Alfonso Reyes Echandía, Jaime Vidal Perdomo, Fabio Lozano Simonelli…en fin, un listado de hijos del Tolima que, incluso en la actualidad, se sienten discípulos y continuadores de la "Escuela del Tolima".
Su proyección histórica
El eje fundamental de la Escuela, desde el punto de vista de la edad de sus miembros, se corresponde con la llamada generación de Los Nuevos. Aparte de López que pertenecía a la generación del Centenario, los demás, incluyendo a Echandía, nacieron entre 1895 y 1905. Son ellos Carlos Lozano y Lozano, José Joaquín Caicedo Castilla, Antonio Rocha Alvira, Rafael Parga Cortés, Alberto Camacho Angarita y Carlos Peláez Trujillo. Estos ocho tolimenses –protagonistas centrales de la República Liberal y, en particular, del gobierno de "la revolución en marcha"- conforman el núcleo de la "Escuela del Tolima".
Pero ninguno de los nombres hasta ahora mencionados apareció por generación espontánea. Frente al llamado de López, frente a la transparencia de Echandía, frente al ejemplo de Parga y, apelando a los materiales de su propio contexto, se sintonizaron con las nuevas corrientes del pensamiento universal y diseñaron una nueva concepción del Estado y del derecho en Colombia: las libertades civiles, las garantías sociales, la función social de la propiedad, el derecho de huelga, la separación de la iglesia y el Estado, la libertad de enseñanza, fueron los principios que informaron el nuevo diseño institucional del Estado.
De seguro, no fue su propósito conformar ninguna escuela de pensamiento. De hecho no convocaban reuniones, ni levantaban actas, ni siquiera se sentían miembros de escuela alguna. Pero su militancia común en un liberalismo deseoso de abrevar en nuevas fuentes y la apertura hacia la sintonía con los nuevos sonidos mundiales, les despertó la preocupación doctrinaria y el propósito común por modificar el rostro del país. Eso es una escuela de pensamiento en el más riguroso sentido del concepto.
El momento cenital de la "Escuela del Tolima" coincide con la elección de Alfonso López como presidente de la República en 1934. En el mismo año el maestro Echandía es designado presidente de la Dirección Nacional Liberal, desde la cual promueve un debate, en todo el país, sobre la necesidad de modificar la constitución y la conveniencia de hacerlo a través del congreso o de una asamblea constituyente. López prefiere la primera opción pero da carácter constituyente al congreso y nombra a Echandía ministro de Gobierno para que se encargue de orientar las reformas.
Como es apenas natural, hubo otras figuras cimeras en la República Liberal –y en el gobierno de la revolución en marcha- que formaron parte del grupo más próximo al presidente López. Fueron ellos Alberto Lleras, Jorge Soto del Corral, Jorge Zalamea y Alejandro Galvis Galvis. Pueden ellos ser considerados miembros de la "Escuela del Tolima" independientemente del lugar de su nacimiento. Precisamente fue Lleras quien definió al equipo más cercano a López como "un concilio de jurisconsultos, caracterizado por su falta de codicia, pero también por su devoción por la controversia y, sobre todo, por una sed inextinguible de creación"(2).
En ese equipo se formó la "Escuela del Tolima". No todos sus miembros eran hombres de leyes, pero todos eran hombres de Estado. López era, por supuesto, el visionario de las reformas políticas; Echandía, el constructor de las nuevas instituciones; Lozano el ideólogo de la tendencia social; Parga el economista del agro; Caicedo el precursor del derecho a la sindicalización; Rocha el pedagogo de la jurisprudencia; Camacho el devoto del derecho legislado; Peláez el cultor del derecho jurisprudencial; y todos a una, responsables de la articulación entre las decisiones nacionales y las bases del liberalismo tolimense.
Los hombres de leyes recibieron la herencia del positivismo jurídico, al cual respondieron de manera crítica. A la postura exegética enfrentaron el normativismo de Kelsen e incluso exploraron el ámbito de los principios. El maestro Echandía abrevó en el solidarismo de Duguit y Eduardo Zuleta Ángel en la libre interpretación científica de Geny, para abrir espacios nuevos frente a una tradición embalsamada por el formalismo jurídico. En 1935 Antonio Rocha accede a la presidencia de la Corte Suprema de Justicia e inaugura un período de hondas transformaciones en la concepción del derecho jurisprudencial.
Las sentencias de la "Corte de oro", como fue llamada después, revisan la visión del formalismo jurídico en términos que aún hoy resultarían novedosos. "La nueva sensibilidad antiformalista no se limita al trasplante de nuevos métodos de análisis de la jurisprudencia o al trasplante de la retórica modernista extraída del derecho de los juristes imquietes. Más allá de estas grandes expresiones teóricas hubo ciertamente fallos judiciales concretos que construyeron el estilo adjudicativo del antiformalismo local. Las sentencias de la Corte de Oro, en su conjunto, muestran características profundamente antiformalistas"(3).
Los hombres de Estado ingresaron a la vida pública cuando declinaba la influencia de los caudillos militares en el liberalismo, y el país transitaba hacia un escenario de civilidad. Aquellos presionaron dicho tránsito con prudencia, pero con firmeza. La hegemonía conservadora mantuvo una especie de democracia monástica que no supo resistir la irrupción desbordada de los socialismos. Allí apareció la inteligencia de Alfonso López para manejar con tino y con éxito una propuesta política transformadora, cuyo desarrollo fue capaz de romper el paradigma revolucionario de la época: La transformación se hizo a través de procedimientos jurídicos.
López inauguró el 7 de agosto de 1942 un segundo período presidencial que no tuvo el buen suceso del primero.
"Los acontecimientos políticos que rodearon el segundo gobierno de López y precipitaron su renuncia, pero especialmente, la derrota del liberalismo en las elecciones de 1946, desdibujaron, en cierta forma, la vigencia de la "Escuela del Tolima" como tal. Sus miembros se dispersaron, algunos fallecieron, otros se refugiaron en actividades particulares o en el exterior y la violencia del medio siglo fracturó el proceso histórico que se venía desarrollando"(4).
Su legado
La obra de la Escuela fue fundamentalmente jurídico-constitucional. Se basó en la construcción de instituciones políticas que, debidamente ancladas en la circunstancia concreta de su espacio, situaron al país en concordancia con el universo de su tiempo. López inspiró el liberalismo social y Echandía una nueva concepción del derecho. La reforma de 1936 se hizo a imagen y semejanza de un país que necesitaba y quería modernizarse.
Desde el punto de vista doctrinario, dos son los grandes legados doctrinarios de la "Escuela del Tolima": en primer lugar la concepción social del derecho y del Estado y en segundo término la defensa del derecho como instrumento de cambio. Aquella supuso –como lo quiso López- remover las monstruosas injusticias que venían pesando sobre el conjunto social colombiano, a base de construir instituciones. Esta –como lo formuló Echandía- conciliar el orden jurídico con la vida social, de manera que el derecho sea el mejor vehículo para hacer transformaciones sociales sin el fundamentalismo de las revoluciones, pero con la tolerancia que exige el reconocimiento democrático del otro.
Ciertamente la presencia de la "Escuela del Tolima" en la vida nacional fue corta, si se tiene en cuenta que sus conquistas fueron asordinadas e inclusive estuvieron a punto de colapsar en la década de dictaduras que el país sufrió sobre la mitad del siglo XX. Sólo Echandía mantiene el debate desde el escenario académico y Parga en el terreno político regional del Tolima. Aquel se dedica a ejercer como conciencia moral del país y éste se convierte en un símbolo vivo del liberalismo de su departamento, en el cual han aparecido nuevos protagonistas políticos.
En la medida en que el país va siendo víctima del avance de una cultura de los antivalores, Echandía proclama que "en política se pueden meter los pies, pero no se pueden meter las manos". El maestro muere en Ibagué el 8 de mayo de 1989, después de una larga dolencia, pero mientras gozó de salud fue nunca guardó silencio cuando fue necesario emitir un juicio para reprochar la degradación de los hábitos públicos. Por eso, otro gran legado de la "Escuela del Tolima" es el legado ético.
En 1987 un grupo de tolimenses, en carta abierta al país, formuló la idea de convocar una Asamblea Nacional Constituyente, como mecanismo excepcional para buscar remedios excepcionales a las agudas dolencias de un país que, agobiado por múltiples violencias, se consumía en la cultura de los antivalores. Aquella propuesta está enmarcada también en las enseñanzas de la "Escuela del Tolima". Su texto original reposa en los archivos de la Cámara de Comercio de Ibagué y da testimonio de una constante histórica en la vida del Tolima: su contribución al desarrollo de las instituciones jurídico-constitucionales.
La "Escuela del Tolima" convirtió a sus miembros en protagonistas del pensamiento socialdemócrata en Colombia. El maestro Echandía fue también el primer colombiano que –desde la Comisión paritaria de reajuste institucional en 1957, y luego desde la llamada Comisión Echandía en 1975- propuso la creación de una Corte Constitucional, encargada de ejercer el control constitucional de las leyes. Eso lo convierte, sin duda, en un hombre del siglo XXI. Pero además la concepción que integra estado social de derecho con economía social de mercado, en cuya base descansa la nueva concepción de la democracia, está consignada en la constitución de 1936, como otro de sus logros.
Cuando hoy hablan los juristas de que el derecho es argumentación, es preciso recordar la "Escuela del Tolima". El talento jurídico de sus miembros y la fortaleza doctrinaria de sus convicciones, hizo posible la construcción de un nuevo país y de una nueva cultura. De alguna manera los colombianos viven todavía de la grandeza de aquella obra institucional que permitió de consolidar, en el país, un espíritu republicano. La "Escuela del Tolima" demostró que es posible crear nuevas reglas colectivas de juego, utilizando exclusivamente los procedimientos elaborados en medio del derecho. Y la democracia contemporánea es muchas cosas, pero también es procedimiento.
(*) Profesor de derecho constitucional, de argumentación jurídica y de derecho territorial en distintas universidades colombianas, es autor de varios libros de derecho público y de historia política. Ha sido concejal de Ibagué, dirigente gremial en el Tolima, conjuez del Consejo de Estado y Senador de la República. En 1987 escribió el documento por medio del cual el sector privado del Tolima propuso al país la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, antes de que cualquier otro colombiano ventilara el tema. La propuesta fue publicada por la prensa nacional el 6 de febrero del mismo año.
1 Según los diccionarios, "Escuela" es la denominación convencional con la que se conoce a un grupo de estudiosos vinculados entre sí por principios y propósitos comunes. En la antigüedad existió, por ejemplo, la "Escuela de Alejandría" cuyos miembros eran judíos de la diáspora, influidos por la cultura griega, que se esforzaron en sintetizar los pensamientos judaico y helénico. En los albores de la modernidad se conoció la "Escuela Española de Jurisprudencia" que, partiendo del pensamiento cristiano y del derecho natural, se interesó en desvirtuar la teoría del derecho divino de los reyes. El siglo xx vio nacer la "Escuela de Frankfurt", comprometida en el desarrollo de una reflexión global sobre el proceso de consolidación de la sociedad capitalista burguesa, cuyos análisis indujeron a sus discípulos a formular revisiones al marxismo.
2 Debo mencionar otras tres figuras de la República Liberal, con más identidades que diferencias con relación a las tesis del presidente López. Fueron ellos Gabriel Turbay, Jorge Eliecer Gaitán y Carlos Lleras Restrepo. Representantes, ministros, senadores, fungieron incluso como presidenciables durante aquel período histórico. Sin embargo, no formaron parte del equipo más próximo al gobierno de la "revolución en marcha". Turbay fue ministro de Olaya y de Santos, Lleras de Santos y de López, Gaitán de Santos y de Echandía, pero, en todo, caso su mayor o menor grado de autonomía frente a las políticas de López impide mencionarlos dentro del "concilio" que conformó el núcleo de la "Escuela del Tolima". Los dos primeros desaparecieron tempranamente de la escena y el último sólo alcanzó la jefatura del Estado en 1966, dentro de la vigencia del sistema bipartidario del Frente Nacional.
3 López Medina, Diego Eduardo. "Teoría impura del derecho", Universidad de los Andes, Legis, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá 2004, p. 319.4 Trujillo Muñoz, Augusto. "De la Escuela Republicana a la Escuela del Tolima", Academia Colombiana de Jurisprudencia, Bogotá 2007, p. 192.
TOMADO DE: http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/inicio/facetas/notas-facetas/16250-la-escuela-del-tolima.html
Especial para EL NUEVO DÍA
Su origen
El 19 de noviembre de 1929 se reunió en Bogotá una convención nacional del liberalismo colombiano, en la cual el joven delegado Alfonso López, nacido en Honda, cuarenta y tres años atrás, propuso a su partido prepararse para la reconquista del poder. No sólo lo había perdido hacia casi cuatro décadas.También parecía haber perdido el deseo de recuperarlo. Sus viejos dirigentes solían acomodarse a las contingencias de la hegemonía conservadora. López reclamaba acción y oposición contra un gobierno al cual acusaba de estar gestionando una "prosperidad a debe", que colapsaría más temprano que tarde.
Siete años antes, el 29 de marzo de 1922, se había reunido en Ibagué otra gran convención liberal que, bajo la orientación del general Benjamín Herrera, modernizó el programa doctrinario del liberalismo. Tesis como la de la igualdad civil de los colombianos y, por lo tanto, la de la eliminación de los fueros militares y eclesiásticos; la de una ley electoral que consagrara la representación proporcional de los partidos; la de la reforma del concordato en un sentido favorable a la independencia del poder civil; y la de la elección popular de alcaldes, se adoptaron en la reunión de Ibagué como necesarias para democratizar el país.
En 1922 la capital del Tolima sirvió de marco para que un grupo de jóvenes ingresara al escenario de la gestión política. La figura más destacada de este equipo fue Darío Echandía, nacido en Chaparral veinticinco años antes, una especie de filósofo antiguo cuyo ejercicio creador lo convirtió en "maestro", como terminaron llamándolo sus compatriotas, en reconocimiento a su austeridad y a su talento. La reunión de 1929 proyectó a López hacia el liderazgo nacional, al designarlo –en unión de los generales Antonio Samper Uribe y Leandro Cuberos Niño- como miembro de la Dirección Nacional Liberal.
López fue el gran inspirador de un nuevo pensamiento para el liberalismo colombiano y para el país. Echandía su gran gestor intelectual y político. Aquel fue el líder para el cambio, éste el filósofo para sustentar teóricamente las nuevas expresiones institucionales. Ambos los constructores de un sistema doctrinario tan coherente como sólo es posible en medio de una escuela de pensamiento. Por eso ésta sólo concebible con ambos. Dado su lugar de origen, tal escuela ha sido denominada por los actuales estudiosos de su legado espiritual como "Escuela del Tolima".
Por lo menos dos generaciones de tolimenses que se iniciaron bajo el alero intelectual de López y de Echandía mantuvieron la identidad doctrinaria durante su tránsito por la actividad pública. Incluso quienes, en un momento dado, decidieron moverse en otros ámbitos públicos, miraron siempre con admiración y respeto a estas dos grandes figuras de la historia colombiana. Jóvenes liberales como Miguel López Pumarejo, José Joaquín Caicedo Castilla, Rafael Parga Cortés, José María Barrios Trujillo, Eduardo Guzmán Esponda, Gonzalo París Lozano, Alejandro Bernate Castro, se incorporaron paulatinamente al llamado de López, que se cumplió entre 1929 y 1934.
Hubo también respuesta de conocidas familias tolimenses: Los Lozano y Lozano, los Rocha Alvira, los Camacho Angarita, Los Bonilla Gutiérrez, los Peláez Trujillo, los Melendro Serna, los Torres Barreto, hallaron en la convocatoria de López el pretexto que necesitaban para incorporarse a la empresa de modernizar el país. Todos los mencionados hicieron posible que, durante los años treinta, el Tolima viviera el más dinámico proceso de debate intelectual, agitación política y eclosión periodística. La "Escuela del Tolima" encontró ambiente propicio en las gentes de su departamento.
Todavía sobre los años setenta, el triunvirato compuesto por Alfonso Palacio Rudas, Rafael Caicedo Espinosa y Alfonso Jaramillo Salazar seguía dando testimonio de aquel mensaje doctrinario, que también suscribieron otros dirigentes y pensadores liberales como Felipe Salazar Santos, Eduardo Santa, Saúl Pineda, Guillermo González Charry y, más acá en el tiempo, Alfonso Reyes Echandía, Jaime Vidal Perdomo, Fabio Lozano Simonelli…en fin, un listado de hijos del Tolima que, incluso en la actualidad, se sienten discípulos y continuadores de la "Escuela del Tolima".
Su proyección histórica
El eje fundamental de la Escuela, desde el punto de vista de la edad de sus miembros, se corresponde con la llamada generación de Los Nuevos. Aparte de López que pertenecía a la generación del Centenario, los demás, incluyendo a Echandía, nacieron entre 1895 y 1905. Son ellos Carlos Lozano y Lozano, José Joaquín Caicedo Castilla, Antonio Rocha Alvira, Rafael Parga Cortés, Alberto Camacho Angarita y Carlos Peláez Trujillo. Estos ocho tolimenses –protagonistas centrales de la República Liberal y, en particular, del gobierno de "la revolución en marcha"- conforman el núcleo de la "Escuela del Tolima".
Pero ninguno de los nombres hasta ahora mencionados apareció por generación espontánea. Frente al llamado de López, frente a la transparencia de Echandía, frente al ejemplo de Parga y, apelando a los materiales de su propio contexto, se sintonizaron con las nuevas corrientes del pensamiento universal y diseñaron una nueva concepción del Estado y del derecho en Colombia: las libertades civiles, las garantías sociales, la función social de la propiedad, el derecho de huelga, la separación de la iglesia y el Estado, la libertad de enseñanza, fueron los principios que informaron el nuevo diseño institucional del Estado.
De seguro, no fue su propósito conformar ninguna escuela de pensamiento. De hecho no convocaban reuniones, ni levantaban actas, ni siquiera se sentían miembros de escuela alguna. Pero su militancia común en un liberalismo deseoso de abrevar en nuevas fuentes y la apertura hacia la sintonía con los nuevos sonidos mundiales, les despertó la preocupación doctrinaria y el propósito común por modificar el rostro del país. Eso es una escuela de pensamiento en el más riguroso sentido del concepto.
El momento cenital de la "Escuela del Tolima" coincide con la elección de Alfonso López como presidente de la República en 1934. En el mismo año el maestro Echandía es designado presidente de la Dirección Nacional Liberal, desde la cual promueve un debate, en todo el país, sobre la necesidad de modificar la constitución y la conveniencia de hacerlo a través del congreso o de una asamblea constituyente. López prefiere la primera opción pero da carácter constituyente al congreso y nombra a Echandía ministro de Gobierno para que se encargue de orientar las reformas.
Como es apenas natural, hubo otras figuras cimeras en la República Liberal –y en el gobierno de la revolución en marcha- que formaron parte del grupo más próximo al presidente López. Fueron ellos Alberto Lleras, Jorge Soto del Corral, Jorge Zalamea y Alejandro Galvis Galvis. Pueden ellos ser considerados miembros de la "Escuela del Tolima" independientemente del lugar de su nacimiento. Precisamente fue Lleras quien definió al equipo más cercano a López como "un concilio de jurisconsultos, caracterizado por su falta de codicia, pero también por su devoción por la controversia y, sobre todo, por una sed inextinguible de creación"(2).
En ese equipo se formó la "Escuela del Tolima". No todos sus miembros eran hombres de leyes, pero todos eran hombres de Estado. López era, por supuesto, el visionario de las reformas políticas; Echandía, el constructor de las nuevas instituciones; Lozano el ideólogo de la tendencia social; Parga el economista del agro; Caicedo el precursor del derecho a la sindicalización; Rocha el pedagogo de la jurisprudencia; Camacho el devoto del derecho legislado; Peláez el cultor del derecho jurisprudencial; y todos a una, responsables de la articulación entre las decisiones nacionales y las bases del liberalismo tolimense.
Los hombres de leyes recibieron la herencia del positivismo jurídico, al cual respondieron de manera crítica. A la postura exegética enfrentaron el normativismo de Kelsen e incluso exploraron el ámbito de los principios. El maestro Echandía abrevó en el solidarismo de Duguit y Eduardo Zuleta Ángel en la libre interpretación científica de Geny, para abrir espacios nuevos frente a una tradición embalsamada por el formalismo jurídico. En 1935 Antonio Rocha accede a la presidencia de la Corte Suprema de Justicia e inaugura un período de hondas transformaciones en la concepción del derecho jurisprudencial.
Las sentencias de la "Corte de oro", como fue llamada después, revisan la visión del formalismo jurídico en términos que aún hoy resultarían novedosos. "La nueva sensibilidad antiformalista no se limita al trasplante de nuevos métodos de análisis de la jurisprudencia o al trasplante de la retórica modernista extraída del derecho de los juristes imquietes. Más allá de estas grandes expresiones teóricas hubo ciertamente fallos judiciales concretos que construyeron el estilo adjudicativo del antiformalismo local. Las sentencias de la Corte de Oro, en su conjunto, muestran características profundamente antiformalistas"(3).
Los hombres de Estado ingresaron a la vida pública cuando declinaba la influencia de los caudillos militares en el liberalismo, y el país transitaba hacia un escenario de civilidad. Aquellos presionaron dicho tránsito con prudencia, pero con firmeza. La hegemonía conservadora mantuvo una especie de democracia monástica que no supo resistir la irrupción desbordada de los socialismos. Allí apareció la inteligencia de Alfonso López para manejar con tino y con éxito una propuesta política transformadora, cuyo desarrollo fue capaz de romper el paradigma revolucionario de la época: La transformación se hizo a través de procedimientos jurídicos.
López inauguró el 7 de agosto de 1942 un segundo período presidencial que no tuvo el buen suceso del primero.
"Los acontecimientos políticos que rodearon el segundo gobierno de López y precipitaron su renuncia, pero especialmente, la derrota del liberalismo en las elecciones de 1946, desdibujaron, en cierta forma, la vigencia de la "Escuela del Tolima" como tal. Sus miembros se dispersaron, algunos fallecieron, otros se refugiaron en actividades particulares o en el exterior y la violencia del medio siglo fracturó el proceso histórico que se venía desarrollando"(4).
Su legado
La obra de la Escuela fue fundamentalmente jurídico-constitucional. Se basó en la construcción de instituciones políticas que, debidamente ancladas en la circunstancia concreta de su espacio, situaron al país en concordancia con el universo de su tiempo. López inspiró el liberalismo social y Echandía una nueva concepción del derecho. La reforma de 1936 se hizo a imagen y semejanza de un país que necesitaba y quería modernizarse.
Desde el punto de vista doctrinario, dos son los grandes legados doctrinarios de la "Escuela del Tolima": en primer lugar la concepción social del derecho y del Estado y en segundo término la defensa del derecho como instrumento de cambio. Aquella supuso –como lo quiso López- remover las monstruosas injusticias que venían pesando sobre el conjunto social colombiano, a base de construir instituciones. Esta –como lo formuló Echandía- conciliar el orden jurídico con la vida social, de manera que el derecho sea el mejor vehículo para hacer transformaciones sociales sin el fundamentalismo de las revoluciones, pero con la tolerancia que exige el reconocimiento democrático del otro.
Ciertamente la presencia de la "Escuela del Tolima" en la vida nacional fue corta, si se tiene en cuenta que sus conquistas fueron asordinadas e inclusive estuvieron a punto de colapsar en la década de dictaduras que el país sufrió sobre la mitad del siglo XX. Sólo Echandía mantiene el debate desde el escenario académico y Parga en el terreno político regional del Tolima. Aquel se dedica a ejercer como conciencia moral del país y éste se convierte en un símbolo vivo del liberalismo de su departamento, en el cual han aparecido nuevos protagonistas políticos.
En la medida en que el país va siendo víctima del avance de una cultura de los antivalores, Echandía proclama que "en política se pueden meter los pies, pero no se pueden meter las manos". El maestro muere en Ibagué el 8 de mayo de 1989, después de una larga dolencia, pero mientras gozó de salud fue nunca guardó silencio cuando fue necesario emitir un juicio para reprochar la degradación de los hábitos públicos. Por eso, otro gran legado de la "Escuela del Tolima" es el legado ético.
En 1987 un grupo de tolimenses, en carta abierta al país, formuló la idea de convocar una Asamblea Nacional Constituyente, como mecanismo excepcional para buscar remedios excepcionales a las agudas dolencias de un país que, agobiado por múltiples violencias, se consumía en la cultura de los antivalores. Aquella propuesta está enmarcada también en las enseñanzas de la "Escuela del Tolima". Su texto original reposa en los archivos de la Cámara de Comercio de Ibagué y da testimonio de una constante histórica en la vida del Tolima: su contribución al desarrollo de las instituciones jurídico-constitucionales.
La "Escuela del Tolima" convirtió a sus miembros en protagonistas del pensamiento socialdemócrata en Colombia. El maestro Echandía fue también el primer colombiano que –desde la Comisión paritaria de reajuste institucional en 1957, y luego desde la llamada Comisión Echandía en 1975- propuso la creación de una Corte Constitucional, encargada de ejercer el control constitucional de las leyes. Eso lo convierte, sin duda, en un hombre del siglo XXI. Pero además la concepción que integra estado social de derecho con economía social de mercado, en cuya base descansa la nueva concepción de la democracia, está consignada en la constitución de 1936, como otro de sus logros.
Cuando hoy hablan los juristas de que el derecho es argumentación, es preciso recordar la "Escuela del Tolima". El talento jurídico de sus miembros y la fortaleza doctrinaria de sus convicciones, hizo posible la construcción de un nuevo país y de una nueva cultura. De alguna manera los colombianos viven todavía de la grandeza de aquella obra institucional que permitió de consolidar, en el país, un espíritu republicano. La "Escuela del Tolima" demostró que es posible crear nuevas reglas colectivas de juego, utilizando exclusivamente los procedimientos elaborados en medio del derecho. Y la democracia contemporánea es muchas cosas, pero también es procedimiento.
(*) Profesor de derecho constitucional, de argumentación jurídica y de derecho territorial en distintas universidades colombianas, es autor de varios libros de derecho público y de historia política. Ha sido concejal de Ibagué, dirigente gremial en el Tolima, conjuez del Consejo de Estado y Senador de la República. En 1987 escribió el documento por medio del cual el sector privado del Tolima propuso al país la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, antes de que cualquier otro colombiano ventilara el tema. La propuesta fue publicada por la prensa nacional el 6 de febrero del mismo año.
1 Según los diccionarios, "Escuela" es la denominación convencional con la que se conoce a un grupo de estudiosos vinculados entre sí por principios y propósitos comunes. En la antigüedad existió, por ejemplo, la "Escuela de Alejandría" cuyos miembros eran judíos de la diáspora, influidos por la cultura griega, que se esforzaron en sintetizar los pensamientos judaico y helénico. En los albores de la modernidad se conoció la "Escuela Española de Jurisprudencia" que, partiendo del pensamiento cristiano y del derecho natural, se interesó en desvirtuar la teoría del derecho divino de los reyes. El siglo xx vio nacer la "Escuela de Frankfurt", comprometida en el desarrollo de una reflexión global sobre el proceso de consolidación de la sociedad capitalista burguesa, cuyos análisis indujeron a sus discípulos a formular revisiones al marxismo.
2 Debo mencionar otras tres figuras de la República Liberal, con más identidades que diferencias con relación a las tesis del presidente López. Fueron ellos Gabriel Turbay, Jorge Eliecer Gaitán y Carlos Lleras Restrepo. Representantes, ministros, senadores, fungieron incluso como presidenciables durante aquel período histórico. Sin embargo, no formaron parte del equipo más próximo al gobierno de la "revolución en marcha". Turbay fue ministro de Olaya y de Santos, Lleras de Santos y de López, Gaitán de Santos y de Echandía, pero, en todo, caso su mayor o menor grado de autonomía frente a las políticas de López impide mencionarlos dentro del "concilio" que conformó el núcleo de la "Escuela del Tolima". Los dos primeros desaparecieron tempranamente de la escena y el último sólo alcanzó la jefatura del Estado en 1966, dentro de la vigencia del sistema bipartidario del Frente Nacional.
3 López Medina, Diego Eduardo. "Teoría impura del derecho", Universidad de los Andes, Legis, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá 2004, p. 319.4 Trujillo Muñoz, Augusto. "De la Escuela Republicana a la Escuela del Tolima", Academia Colombiana de Jurisprudencia, Bogotá 2007, p. 192.
TOMADO DE: http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/inicio/facetas/notas-facetas/16250-la-escuela-del-tolima.html
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