Foto: Filiberto Pinzón / EL TIEMPO
..2 de julio de 2014.
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La subienda atrae cada año, en los meses de febrero y marzo, a visitantes y pescadores de otras regiones, convirtiendo a Honda en un lugar encantado y alegre, pues el viaje del río Magdalena hace allí una parada especial.
A 600 kilómetros de su nacimiento, la pendiente de su cauce marca un punto de inflexión para las embarcaciones que suben y bajan. Los rápidos o saltos han determinado desde siempre su espíritu de pueblo de pescadores, pues este accidente natural hace que los peces queden atrapados a contracorriente y la pesca sea más fácil y alcance para todo el año.
En los puentes y casas cercanas al río se observan las doradas, doncellas, nicuros y bagres secándose al sol o preparados en yuntas. Después, en la plaza de mercado, son expuestos en delicadas bateas y más tarde se ofrecen en restaurantes como el Baquero, que se destaca por su sazón.
Grande fue la felicidad de los conquistadores al encontrar una tierra próspera y un río que lo daba todo y que, a pesar de incendios, terremotos e inundaciones, continúa dando motivos para sentirse orgulloso de su vitalidad.
Por las tardes, cuando el sol ha bajado y una brisa silva por entre los árboles que bordean las orillas, es precioso ver los perfiles de atarrayas animando la pesca.
Impetuoso por tramos, sosegado y romántico en otros, el Magdalena no deja de atrapar a propios y viajeros y tejer amores de temporada.
Suerte de la buena cuando puedes entrar a uno de esos patios sembrados de vainilla, mangos y sombras prodigadas. Fortuna cuando la familia Devia te abre su corazón y ese patio por donde se cuelan los rumores del río Gualí y pájaros míticos te llevan por los laberintos de memorias pasadas.
En los últimos tiempos la reforma de casonas, primorosamente reconvertidas en lugares de recreo, le han devuelto a la ciudad el esplendor perdido.
Nada mejor que apropiarse de las vistas que ofrece el río desde cualquiera de los numerosos puentes que dan color a los recorridos por la villa o un almuerzo en el mercado donde los bocachicos, nicuros y bagres se degustan acompañados por la alegría de un pueblo que sabe disfrutar la fogosidad en cada rincón de la plaza.
Para almas más contemplativas siempre existe la posibilidad de alquilar una barca y dejarse llevar por algún dueño de historias que empieza el viaje diciendo: “Mi padre me contó que…”.
Desde sus callejuelas, la población vio el paso del afiebrado Bolívar cuando ya cansado y enfermo se dirigía a morir en Santa Marta y allí, un siglo después, el general Ramón Marín se tomó tres veces la ciudad durante la Guerra de los Mil Días.
Cuna de grandes
La fortuna hizo que naciera en la villa de los puentes Alfonso López Pumarejo, quien ocupó la silla presidencial en los años 30 y 40, del siglo pasado. Dos siglos de esplendor se rompieron con el terremoto de 1805 que destruyó casi por completo la ciudad. El calor, la vida dependiente del río y la fuerza de sus habitantes ayudaron a levantar de nuevo a Honda, devolviéndole el ritmo con el paso de productos de importación.
Honda sobresalió por su actividad comercial: aguardiente y tabaco circulaban por el río y por el cable aéreo que desde Manizales movía el café que se exportaba.
A fines del siglo XIX, con la llegada del tren y más tarde de la aviación, que se sumaron a la disminución del caudal del río, Honda entró en un largo sueño. Las hermosas casas se abandonaron o se convirtieron en depósitos o almacenes donde se guardaban mercancías de todo tipo y condición. Pero el amor al pueblo permitió que muchas familias mantuvieran sus mansiones como lugar de descanso, apto para escapar de los fríos bogotanos. La villa de Honda, conectada desde los tiempos de la conquista con Cartagena y Mompox, y al oriente con Santafé de Bogotá, gozó desde entonces del prestigio de ser el centro de la Colombia internacional.
A los puertos de Caracolí y Arrancaplumas llegaban los vapores cargados de tesoros que hicieron más amable la vida de los lugareños con la ayuda de abanicos y mercancías importadas de Europa. Un comercio manejado por italianos, alemanes y siriolibaneses que hicieron de Honda una ciudad extrañamente moderna.
Tanto que el curador de arte José Roca creó la Casa Deuxsoleils, donde artistas de todo el mundo vienen a hacer residencias que llevan el nombre de Honda por el mundo entero.
Hay muchos lugares de interés y secretos que se guardan tras los muros de mansiones y edificios históricos. Es bonito visitar el Museo del Río o las casas ubicadas en la calle de Las Trampas o de El Retiro, o pasar un rato en el Hotel Belle Epoque; allí Tiberio Murcia, historiador y guardián de los mitos de la ciudad, lo puede acompañar a degustar una cerveza, con la complicidad de Luis Enrique La Rotta y las anécdotas que no están en los libros.
Dura fue la pelea para conseguir entrar a la Farmacia Nueva Arturo Cerón F., cerrada para el visitante, pero conservada con sus antiguos frascos y medicamentos.
Y aún más extenuante fue la subida al Alto de Cruz, desde donde se divisa en toda su fantástica dimensión la Honda abrazada por el Magdalena, el Gualí y Quebradaseca, y los puentes y callejones que convierten su entramado arquitectónico en un lugar encantador.
En las fachadas, pintadas hoy en vivos colores, se siente el peso del pasado. Las tardes de sol inclemente, que pueden enfrentarse con un vaso de limonada fría o del clásico jugo de tamarindo, y perderse por entre sus callejones, son la certeza de que en Honda todo tiempo que viene puede ser mejor.
Si usted va...
Hotel Posada Las Trampas
Buenas vistas al río. Tiene piscina y habitaciones frescas.
www.posadalastrampas.com
Hotel Los Molinos
Situado en el kilómetro 5 en la vía hacia Mariquita, ofrece hamacas, piscina y salas para convenciones.
www.elmolinohotelcampestre.com.co
Agua, Sol y Alegría
Tiene 34 habitaciones, seis piscinas con olas y toboganes.
www.aguasolalegria.com
VICTORIA PUERTA
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Tomado de:
http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/viajar/un-paseo-por-la-historia-de-honda-/14198242?f=8736
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