miércoles, 26 de junio de 2013

La resurrección de Carranza Su entierro fue el reflejo de la vida y la opulencia de este hombre, cuyo poder sigue dando de qué hablar.. Por Pacho Escobar

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 Víctor Carranza está vestido de traje azul oscuro, camisa blanca y una corbata que combina con el atuendo. Ha perdido la tez bronceada de sus años mozos. Ya no tiene ese bigote espeso que lo hizo leyenda, tan solo una marcada línea cana que le rodea el labio superior. Sus cejas pobladas -como siempre- se salen de la circunferencia de sus parpados. Tiene las manos cruzadas, agarrando sin agarrar un rosario de pepas negras. Paradójicamente; ni la camándula, ni nada sobre su cuerpo, dejan asomar alguna esmeralda de esas que lo volvieron inmensamente millonario. Carranza yace muerto.
Al lado derecho, sentados en las poltronas de cuero de la Funeraria Gaviria, está la familia en pleno. Sobresale una mujer de pelo blanco al que se le ha aplicado un tenue color violeta. Es Blanca Carranza, la prima hermana con quien se casó Carranza cincuenta años atrás. Rodeándola están los cinco hijos de aquel matrimonio: Hollman, Víctor Ernesto, Mery, Andrés Felipe y Arturo. Herederos de sangre y fortuna, pero quizá no de la pasión esmeraldera que su padre siempre les quiso evitar.
—Yo creo que aquí se acaba el mito Carranza. A Hollman, que fue el único tocado por la fibra esmeraldera, no le alcanza la medida para calzar los zapatos de su papá— apunta en voz casi que inaudible uno de los viejos amigos del muerto. Algo sorprende cuando se indaga sobre Víctor Carranza, todos los que se van a referir a él: siempre bajan la voz, susurran, algunos hasta se tapan la boca para que no les lean los labios, así estén en su propia casa.
El joven con Síndrome de Down que está a la izquierda de doña Blanquita, como cariñosamente la llaman, es Arturo, el hijo más querido de Víctor Carranza. Era su consentido, su ‘Arturito’. El apólogo daba cuenta que los cinco hijos que tuvieron Víctor y Blanca, por haber sido concebidos bajo el amor entre primos hermanos, padecían problemas de salud. “El diablo no se queda con nada y todos tenemos nuestra propia desgracia, nuestra propia maldición”, decía la gente. Sin embargo, la realidad es otra, sentados al lado de su madre, sus otros hijos: Mery, Víctor Ernesto, Andrés Felipe y Hollman se ven sanos, sin denotar problema congénito alguno.
Pero estos no fueron los únicos hijos del esmeraldero. Al otro lado de la sala de velación se encuentra Sandra Carranza. Su madre Betty, una rubia de ojos verdes, cintura de reina y piernas de princesa, que embrujó hace 40 años al guaquero Víctor. Los alejó el genio de la rubia, quien un día en un ataque de celos le propinó dos puñaladas al temido zar. “De todos los atentados ese sí casi lo mata. Pero jamás Víctor iba a dejar a su Blanquita, ni por Fura, la diosa de las esmeraldas”, susurra una amiga de la familia que, como todos los testigos, pide omitir su nombre porque “don Víctor así esté muerto, sigue siendo muy jodido”.
En la antecámara contigua, justo al lado de 58 arreglos florarles de más de dos metros de altura -con muchas cintas sin ningún remitente- está Julio Carranza. De los cinco hermanos que tuvo el difunto, era el más parecido. Julio se encuentra meditabundo tal vez recordando la niñez de pobres que llevaron en Guateque, por allá en los años treinta, cuando liberales y conservadores se mataban hasta por llevar un pañuelo de distinto color. El padre muere, entonces Víctor el más arrojado, con tan solo ocho años de edad se embarca en la empresa de salir a buscar fortuna y pegársele a los planteros de esmeraldas en el parque de Guateque. Empezó haciendo mandados y se ganaba las vueltas de lo que sobraba en la tienda o en la cantina.
El niño Carranza inició el negocio al revés; primero, viendo a los planteros recibir esmeraldas de los guaqueros y vender a los forasteros. Después pasó a guaquear en el rio Chivor, donde rescataba pequeñas piedras que él mismo con la experiencia de la calle subía los fines de semana a negociar en el parque de Guateque. Las esmeraldas lo empezaron a perseguir, como en el mito de Are el dios de aquellas montañas. La primera mina a la que entró fue una en Chivor, con picaveta en mano y mochila al hombro casi no vuelve a salir. El embrujo verde lo embelesó para siempre. Desde aquellos días empezó a ahorrar para convertirse en un plantero de verdad y comprar o acceder a un corte propio. Contrario a la cultura juvenil del minero tradicional que se gasta el dinero en apuestas, juegos, putas y trago, Carranza solo gastaba lo necesario.
Después de volverse uno de los ‘ganchos’ más diestros cortando piedras para encontrar esmeraldas; pasar por pueblos como Chivor, Borbur y Otanche; y andar untado de barro hasta en el bigote dentro de los túneles de San Juan, Bellavista y El Tequendama, Carranza se encontraría con el hombre que sería su gran socio, amigo y compinche durante casi treinta años, Gilberto Molina. Se conocieron a finales de los años cincuenta en Borbur. La cita se dio en el corte del tío de Gilberto, un viejo plantero llamado Parmenio Molina. A la dupla Molina-Carranza los uniría su juventud y la codicia por el poder.


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Dos años más tarde se abriría una montaña centellante en Otanche descubriendo la mina que les llenaría de dinero hasta los sombreros: Peñas Blancas. Era la época de la primer “guerra verde”, en las que se enfrentaron los temidos capitanes de vetas Efraín González y Pablo Emilio Orjuela. La guerra la ganaría Orjuela, quien a su vez tenía entre sus trabajadores a Isauro Murcia y Parmenio Molina. El cruento desangre de esos primeros años sesenta, lo verían desde la barrera los jóvenes Gilberto y Víctor, que en la libreta de la piel tomarían apuntes para no dejarse matar y convertirse en los siguientes zares de piedras preciosas.
En la sala de velación número cuatro acompañando al difunto Víctor Carranza se encuentran guaqueros, mineros, capataces, planteros, empresarios, un par de actrices, reinas, presentadoras, ganaderos, políticos y un sin numero de personalidades. Qué casualidad, exactamente en esta misma sala fueron velados ex presidentes de la boga de Alberto Lleras Camargo, Carlos Lleras Restrepo, Misael Pastrana Borrero, Alfonso López Michelsen, Julio César Turbay y Virgilio Barco Vargas. Con todos ellos, en su momento, tuvo que ver este campesino quien yace en aquel sarcófago adornado con su sombrero de cinta negra.
Desde niño, tal vez por intuición o por su sagacidad innata, tuvo la revelación de que debía rodearse del aparato estatal del país; preferiblemente, de los hombres del poder. El primer acercamiento fue de manera inocente, en plena campaña por la presidencia de 1946. A la zona minera llegó de visita Mariano Ospina Pérez junto a su esposa Bertha Hernández de Ospina. El pueril Víctor con apenas 10 años sirvió de guía y mandadero de la futura primera dama. Desde aquella semana la amistad se hizo infranqueable y toda esmeralda que gustaba de doña Bertha era vendida por el muchacho.
Pero el hombre que lo hizo billonario, su verdaderoconsiglieri en los negocios, no sería ningún esmeraldero, capo, político o presidente; sería un abogado costeño de origen libanes llamado Juan Beetar Down. Éste fue el hombre de mundo que lo sacaría de Boyacá para llevarlo a Canadá, Suiza, Francia, Alemania, Israel, Brasil y Sudáfrica. Beetar llegó a principios de la década del sesenta a la zona esmeraldera. Su olfato de negociante de inmediato identificó a Carranza como el hombre que lo iba a surtir de cientos de esmeraldas en bruto.
—Entrégame las esmeraldas a mi que yo las vendo en Bogotá a la gente rica que conozco. También puedo mandar piedras a Europa que es donde las compran al triple —fue lo primero que le propuso el hábil abogado con acento costeño.
Tarros de leche en polvo llenos de esmeraldas le llevaba Carranza a Juan Beetar. A su vez el judío respondía con grandes sumas de dinero, pero con algo que valía más que los billetes: las relaciones. En la presidencia de Guillermo León Valencia, el abogado a través de sus amistades logró que a Carranza le otorgaran la concesión de la mina Mundo Nuevo, en Ubala (Cundinamarca). Para muchos era increíble que a un guaquero de tan solo 28 años de edad le dieran a administrar una porción de tierra que hasta el momento no tenía dueño y se ganaba pero peleando a muerte. Fue sorprendente hasta para la familia Salinas que llevaba 17 años detrás de la adjudicación. El secreto era el abogado Beetar.
Juan le enseñó a Víctor que las relaciones con los hombres del Estado no sólo se hacían para adquirir minas; la intensión tenía algo de mayor calado, conducían a algo más profundo: crear amistad. A posteriori esta formula se traduciría en legalidad, legalidad en riqueza y del tubo de ensayo emergería mágicamente la poción deseada, EL PODER. El lobby amistoso se trasladaría a Misael Pastrana Borrero. Juan presentaría a Víctor en la propia casa del político. Sí había que llegar con presentes, Gilberto Molina no ponía problema por conquistar los nuevos amigos de la capital.
La presencia del abogado de aspecto de dandi, traje a la medida y buenos modales; junto al esmeraldero de sombrero campesino, bigote de vaquero y manos callosas, darían como resultado que Gerardo Silva Valderrama, ministro de minas y energía de Pastrana Borrero, recibiera la orden de otorgar una concesión de 36 mil hectáreas de reserva especial de la nación al grupo de Juan Beetar, Víctor Carranza, Gilberto Molina e Isauro Murcia. Por la presencia de éste último, quien se había peleado esas tierras a tiros por un par de décadas, El Tiempo titularía “La mafia licitará minas de esmeraldas”.
Por su lado, en la zona esmeraldera, Carranza practicaba las enseñanzas de su consiglieri Beetar: sin que le pidieran favores él los hacía para que en el momento que se necesitara, poder recordarle a los amigos lo generoso que había sido en otrora. Por ejemplo, Víctor sacó de las mazmorra al viejo Isauro Murcia, quien se hallaba en la cárcel por el presunto asesinato de algunos esmeralderos.

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Entre tanto, Pastrana Borrero medió en el gobierno que le sucedió, el de López Michelsen, para que accedieran a la concesión legal de las montañas mitológicas de Muzo. Mientras Carranza y sus trabajadores se internaban por semanas en las profundas minas a sacar las lagrimas de Tena; Beetar viajaba por Europa encargándose de crear vínculos comerciales con los más destacados gemólogos y empresarios del otro lado del océano. Con todo y esto, el sagaz Víctor, que de los pelos de su bigote no tenía uno solo de ingenuo, sólo le había exigido una condición a suconsiglieri: que en cada reunión en Colombia para entablar relaciones con los hombres del Estado, debía estar él presente. De esta manera el campesino de Guateque con apellido de poeta, comenzó a sentarse al costado derecho en la mesa de las familias más connotadas del país: los López, Pastrana, Gaviria, y Santos.
—Yo conocí a Víctor Carranza en las oficinas de El Tiempo cuando era defensor de los lectores. En esa oportunidad el padre del hoy candidato (Juan Manuel Santos) me presentó a Carranza y me lo recomendó para que en las páginas del diario no se fueran a meter con él. —afirmó en su momento el columnista Felipe Zuleta Lleras, refiriéndose a la amistad de la familia Santos con el esmeraldero.
Al lado de la puerta de la sala de velación, hay un entrepaño de madera donde reposa una agenda de mensajes para la familia del difunto. A las 10 de la mañana de aquel sábado 6 de abril, las 120 hojas del breviario ya están llenas por lado y lado con 200 mensajes como:. “Ayer estuvo entre nosotros riendo y compartiendo todo de sí. Hoy nos queda sólo su recuerdo. ATT: Familia Cortez”. “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, te guardará en nuestros corazones y nuestros pensamientos. ATT: Fundación Muzo Social”. “Tú has sido una persona ejemplar, siempre dispuesto a ayudar, fuerte y con sentido del humor. No cabe duda de que extrañaremos. ATT: Familia Guerrero”.
Muchos agradeciendo los favores recibidos, otros procurando sus respetos. Todos lo tienen presente por la reparación de la vía Chiquinquira-Pauna-Borbur, la transformación del  corregimiento de Quípama en municipio – dotarlo del colegio Nuestra Señora de la Paz, un palacio municipal, un hotel y un aeropuerto-, la restauración de una decena de iglesias, la creación de parques, la realización de reinados. También porque don Víctor mediaba en las peleas, hacía suyos los problemas del otro, aseguraba 800 empleos directos en sus empresas mineras y ganaderas, pero prefería las ayudas materiales y concretas de beneficio para todos y no repartir dinero. Daba empleo antes que comportarse como un dadivoso Papa Noel repartidor de regalos. Cuando se asociaba calculaba bien, sabía por qué y con quién. Enseñanzas también aprendidas de suconsiglieri.
—Una vez me “enguaqué” duro. Afuera de la mina la gente hacia cola esperando las morrallas, las piedras sucias que no me iba a llevar. Por la noche, una amiga me esperó para pedirme 10 millones de pesos para salir de una deuda que la estaba ahogando. Le regalé cinco millones, porque no podía darle todo y salí a deber. Me trató de  tacaño. Cuando llegó Víctor a los dos días me regañó: como se le ocurre hacer eso, no ve que lo están es tratando de HP. No sea bruto. Haga como yo, no regale nada para que ahí si digan la verdad, que uno es un HP- recuerda un esmeraldero.
Su habilidad de lograr pasar como un gran benefactor sin regalar nada y saber asociarse con los que eran, lo llevaron a amasar su gran fortuna.  Con Gilberto Molina y su familia inició los negocios en las minas de Muzo, Borbur y Quipama. Pero la gran base de la sociedad estuvo concentrada en Coexminas Ltda, sociedad en la que se registraron los nombres de Carlos Molina y  Edwin Bayardo Molina, nieto de Gilberto. En el año 2002 Coexminas Ltda  pasó a llamarse Puerto Arturo y se convirtió en uno de los ejes del negocio; antes de su muerte se registraron movimientos en la participación accionaria de los socios, como si el zar de las esmeraldas, hubiera querido dejar organizada una sucesión sin peleas por los túneles que lo habían convertido en multimillonario: la familia Carranza pasó de controlar el 50% de la sociedad a quedarse con el 27%, la familia Beetar el 24% y la familia Molina el 49%.
Vinculaba siempre socios diferentes a cada una de las minas como fueron Carlos Salinas en la primera concesión que ganó; Pablo Elías Delgadillo en las minas de Coscuéz cuya concesión duró 30 años; Germán Bernal en Tecminas, de la cual fue su gerente y de quien recibió el apoyo económico para fundar Tecniareas, la compañía de alquiler de helicópteros. Delgadillo era además la representación de Carranza en las reuniones de paz en el occidente de Boyacá, mientras Bernal se convirtió en el diplomático del gremio esmeraldero para los negocios internacionales.

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Bernal fue vocero de la iniciativa de crear la primera bolsa mundial de esmeraldas, y fue él junto a Juan Beetar, el encargado, entre 1991 y 1992, quien logró que Carranza se reuniera con los magnates de las piedras preciosas en el mundo, con los dueños de las compañías mineras de Basilea (Suiza), de Johanesburgo (Suráfrica) y de Zambia (África). Llegaron hasta el punto que el multimillonario Charlie Hughes, el esmeraldero más rico de África, les ofreciera la venta del 45 por ciento de su compañía en Zambia. Y fue también Bernal quien le hizo los puentes con la Embajada de Estados Unidos, una cercanía que quedo evidente en la carta que el segundo secretario, Otto H. Van Maerssen, le escribió agradeciéndole la hospitalidad en las minas y fortaleciendo el interés de su país en  relacionar a Carranza con posibles nuevos socios norteamericanos. “Le agradecería nos tenga informados del estado de sus conversaciones con Kennecott, o cualquier otra compañía estadounidense que esté interesada en formar sociedad alguna con Tecminas”. Rezaba la epístola fechada en abril de 1995, que selló uno de los pactos de amistad entre el zar y el gobierno gringo.
Don Víctor, cumplió el sueño que en los años sesenta le había contado a uno de sus amigos después de una enguacada en las minas de Borbur.  ¿Cuál es tu sueño, Víctor?”, le preguntaron  entonces. “Yo un día me quiero parar en el Cocuy, mirar para el oriente (los llanos orientales) y lograr que todas esas tierras, hasta donde me alcance la vista, sean mías. Pero que todas esas tierras sean blannnncas”. “¿Y blancas por qué, Víctor?” le preguntó el guaquero. “De la cantidad de ganado que voy a tener pastando en esa inmensidad”.
Y nuevamente fue Beetar quien le ayudó a materializar aquella ambición juvenil. El abogado, le aconsejó que por cada enguacada debía invertir por fuera de las minas por lo menos el 60 por ciento de la ganancia, contrario a la cultura de los mineros que se gastan en un dos por tres todo lo que consiguen. Entonces, juntos fundaron dos de las compañías ganaderas más grandes del país; Ganadería Nare y La Cristalina, de las que resultó el mito de que Carranza habría llegado a tener un millón de hectáreas y cerca a dos millones de cabezas de ganado, el 10% de toda la ganadería del país. Juntos iniciaron la reconquista del Meta, con epicentro en Puerto López, una sociedad que llegó hasta el heredero de Beetar, el joven Simón Beetar Betancourt, con el cual Carranza aparece en una escritura como propietario de las fincas La Portuguesa y Caviona, extensos terrenos de 11.100 hectáreas.  Los documentos registran a nombre de la familia Carranza, 48 mil hectáreas de su propiedad, que equivale a tener  la quinta parte del Valle del Cauca.
Cuando en 1992 el periodista Joel Millman de la revista Forbes investigó la fortuna de Carranza, sus cuentas lo colocaron cercano a los mil millones de dólares, con lo cual entraba en la lista de los billonarios del mundo. Sí Millman volviera a calcular su patarimonio se encontraría hoy 20 años después con acciones en Coexminas, Tecminas y Esmeracol, las cuales en 1995 ya recibían cerca de 400 millones de dólares al año por la exportación de piedras preciosas; Inversiones en la explotación de otros minerales con compañías como La Carbonera, La Argelia y Grumicol; propietario y socio de las ganaderías La Cristalina, Nare y VC, miles de cabezas de ganado que pastan en colosales fincas como La Ponderosa, La Ginebra, La Cristalina, El Prado, Agualinda, La Reforma, El Rincón, Las Cocoras, Caviona, La Portuguesa y San José. Mucho le habría llamado la atención a Millman las  dos enormes esmeraldas que llegó a poseer el zar, las más  grandes del mundo: Tena y Fura.
Artífice de su propia ventura, desde los años noventa el nombre y la imagen de Víctor Carranza copó titulares de prestigiosos medios internacionales como el  Sunday Telegraph, el New York Times, la BBC, Forbes, The Guardian, Time, CNN, Discovery Chanel, un documental de 25 minutos en Al Jazeera y The Economist lo despidió con un obituario de pagina completa. Su vida llegó a ser considerada para plasmarla en el cine de Hollywood, con Jack Nicholson como protagonista.
El ataúd sale de la Funeraria Gaviria cargado por dos escoltas pensionados, dos amigos y dos hijos de Carranza. Por los aires de aquella mañana soleada sobrevuela un helicóptero con personal de seguridad pero, además, casi a ras de los techos hay un drone, una aeronave no tripulada de unos 70 centímetros de espesor, la cual lleva consigo una cámara que emite imágenes a un circuito cerrado de televisión de la familia. A 65 pasos está la parroquia Cristo Rey donde se realizará el réquiem. La senda que conduce de funeraria a la capilla puede durar un minuto, pero la multitud intentando tocar el cajón la hace tardar más de siete minutos. Seiscientas personas sentadas lo esperan dentro de la iglesia y otras quinientas de pie. Un perro antiexplosivos olfatea hasta la bolsa de las limosnas.
—En la misa estuvieron presentes más de 1200 personas, que es la máxima capacidad de la parroquia. De todas las personalidades que se despiden aquí, son las exequias donde más se ha visto gente. Teniendo en cuenta, que a diario realizamos unas cuatro misas de servicio—dice Jaime Rico, el gentil sacristán de Cristo Rey.

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En las escalinatas de la parroquia lo esperaban con agua bendita par lavar las culpas: un obispo, seis curas y dos sacristanes. El féretro fue colocado por sus guardespaldas en la nave de mármol presidida por su retrato en la posición perfecta para que  monseñor Héctor Gutiérrez Pabón, el obispo de Engativa y unos de sus dos confesaras, dijera su prolongada y elogiosa homilía.
Carranza mantuvo siempre una cercana relación con la iglesia al punto que algún sacerdote comparara su parroquia con el esmeraldero por ser: “un templo de paz”. En 1984 llegó a la diócesis de Chiquinquira, monseñor Álvaro Raúl Jarro Tobos, un paisano nacido en Nobsa, Boyacá. Un hombre bajo de aspecto afable y anteojos de buen lector, que llamaba siempre a la reconciliación. La región vivía el coletazo final de la segunda gran guerra verde que enfrentó a varios apellidos: Orjuela, Murcia, Vargas, Ariza, López y Barrera y dejó decenas de guaqueros asesinados a bala y machete cuando monseñor Jarro Tobos fue llamado a mediar por un pacto de paz. Y en octubre de ese año lo logró.
La admiración de Víctor Carranza por el obispo se expresó en ayudas sin ser pedidas. Colaboró discretamente en hacer realidad la visita del Papa Juan Pablo II al santuario Nuestra Señora del Rosario, en 1986 y asi se fueron tejiendo los lazos entre sotanas y sombreros. La iglesia para el zar se convirtió en fuente de consejos, protección, respaldo y perdón con unos sacerdotes que le respondían dariamente con elogios a aquella alma caritativa conocida con los apellidos Carranza Niño.
Entre 1986 y 1990 estalló la tercera guerra por el control de aquellas montañas laceradas de espejismos verdes. Se enfrentaban los hombres de Borbur liderados por Molina y su heredero político Carranza contra la gente de  Coscuez, liderados por Pacho Vargas y Luis ‘el pequinés’ Murcia. Pero había que tapar aquello cañones que sembraron 3500 tumbas.
Carranza buscó entonces a la iglesia como garante de un acuerdo de paz que firmaron Pablo Elías Delgadillo, Víctor Quintero, Jaime Murcia, German Barrera, Luis Murcia, de nuevo con  monseñor Jarro Tobos de testigo, y quien desde entonces denominó al zar como “hacedor de paz”.
—En estos pueblos donde nuestra distracción los domingos es ir a misa, hay que tener la bendición de la iglesia porque es a la que de verdad terminamos escuchando los campesinos. Muy bruto entonces el que le de bala a Dios—le aconsejó en algún momento Víctor Carranza a uno de sus socios.
Al obispo Jarro le sucedió en 1998 en la parroquia de Chiquinquirá, monseñor Héctor  Gutiérrez Pabón, quien llegó de la Arquidiócesis de Cali. Su dureza y su voz de mando rápidamente fueron conquistadas por  el discurso y poder de Carranza sellando una amistad hasta el último minuto del paso de Carranza por este mundo. Fue el encargado de despedirlo, con un dolor que no disimuló. Vistió una suntuosa mitra dorada en su cabeza, un palío arzobispal color purpura, una túnica blanca y su gran anillo pastoral. “Víctor creyó en Dios, Víctor esperó en el señor, Víctor encarnó esa fe en el amor al prójimo, en el servicio a la paz y a la humanidad (…) Víctor fue un amigo”, dijo sin titubear frente a la multitud que lo escuchaba.
Fue entonces cuando los 90 escoltas que empezó a armar desde los años sesenta, después de organizar el primer grupo de seguridad privada para defenderse en la segunda “guerra verde”, empezaron a actuar. Sin la protección del templo y las sotanas, dos de ellos abrieron cuatro cajas blancas para liberar mariposas de los siete colores traídas directamente desde el mítico peñón de Furatena. Otros vigilaban al mariachi de Ricardo Torres que entonaba con todo el vigor El Rey de José Alfredo Jiménez, mientras los demás se ocuparon de subir a un camión de dos ejes, las cinco docenas de enormes arreglos florales que rodearon el ataúd, escoltar a la limosina fúnebre y no permitir que nadie se acercase a la viuda y sus hijo. Una caravana de 45 camionetas de alta gama, tomó camino hacia el cementerio Jardines de Paz, donde fue cremado el cuerpo de Carranza para luego esparcir secretamente sus cenizas.
Los símbolos de paz desplegados en su funeral no coinciden con la historia del zar que despiden. Carranza fue un hombre de armas y desde muy joven las portó. Andar acompañado de escoltas se volvió también costumbre entre los jefes esmeralderos desde principios de los años 80 cuando el IV Frente de las FARC llegó a la zona y empezó a pedir participación en las minas. La negativa de Gilberto Molina y Víctor Carranza los obligó a ampliar sus sistemas de seguridad, el primero subió a doce y el segundo andaba acompañado con un poco menos de diez. El territorio de las minas era asimilado a zona de violencia, amenazas y muerte.
La primer guerra que ganó Carranza  fue contra el narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, quien había empezado precisamente como trabajador en las minas de Gilberto Molina hasta que desapareció para regresar con millones de dólares y rodeado de un descomunal escuadrón de sicarios. El “Mexicano” se tomó el poder de Puerto Boyacá para extender sus dominios en el Magdalena Medio, logrando en un primer momento una convivencia pacífica con sus amigos esmeralderos. En su momento el director del DAS, general Miguel Maza Márquez, advirtió la presencia en la zona de cinco mercenarios israelíes para entrenar grupos paramilitares.

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Carranza habría sido uno de los financiadores de dicha causa. El curso se dictó en Puerto Boyacá a donde acudieron cincuenta hombres: veinte de Henry Pérez, veinte de Rodríguez Gacha, cinco de Pablo Escobar y cinco de Molina y Carranza. La armonía se rompió cuando ‘El Mexicano’ les pidió participar como socio de las minas y estos se negaron. A este conflicto se sumó las denuncias de las autoridades por la presencia de cultivos de coca en las fincas de Carranza.
El lunes 27 de febrero de 1989, hombres del ‘Mexicano’ vestidos de agentes de la policía acribillaron a Gilberto Molina con 17 personas más  en una de sus fincas de Sasaima, Cundinamarca. Había caído el mejor amigo y socio de Carranza, la guerra era de frente. En julio de ese año una bomba semidestruyó la empresa Tecminas, cuatro días después era asesinado un sobrino de Carranza y un par de semanas posteriores tiraron desde un helicóptero amarrado en un costal a uno de los trabajadores de Carranza. Era el momento de reaccionar. Carranza decidió aliarse con las autoridades y empezó a suministrar información para que las agencias de seguridad colombianas y norteamericanas colaboraran en la captura de El Mexicano. Y fue precisamente un delator quien supo en Puerto Boyacá del desplazamiento del narcotraficante hacia Tolú, lo que permitió su caída junto a su hijo el 15 de diciembre de 1989.
Carranza disfrutaba de una pequeña tregua cuando lo sorprendió una orden de captura por la presunta participación de una masacre de 40 campesinos en el Meta. Fue capturado en Manizales pero a los dos meses lo absolvió un juez que le dio tranquilidad unos años hasta que Leonidas Vargas, un antiguo trabajador de Rodríguez Gacha, lo responsabilizó de la desaparición de su hija.
Los enfrentamientos con Vargas continuaron sin distraer la atención de su propósito: convertirse en el mayor terrateniente del país en un momento en el que estaban en auge las Convivir, solo en Otanche operaban 22 cooperativas. El respaldo de Carranza a esta iniciativa “para defender a la empresa ganadera de la delincuencia fariana” le costó otro carcelazo. En 1998 terminó en la penitenciaría por conformar grupos de autodefensas. Una llamada de Juan Manuel Santos al Fiscal General de la Nación, Alfonso Gómez Méndez, preguntando por su amigo Carranza, creó un escándalo que se acentuó con la visita del entonces presidente de Fedegan, Jorge Visbal Martelo a la Guarniciòn militar donde fue detenido. Fueron tres años en prisión  donde se salvó de morir envenenado.
Al salir de la cárcel, tuvo que enfrentarse a un nuevo golpe: la muerte de su socio y amigo Pablo Elías Delgadillo, mientras la guerra con Leonidas Vargas continua y solo la detiene su asesinato en España a manos de dos sicarios colombianos en el 2009. Pero con la muerte de Vargas no  desaparecieron los enemigos de Carranza. Tendría por delante el atentado del 4 de julio de 2009 cuando lo sorprendió una tormenta de balas, granadas y morteros en la vía Puerto Gaitán a Puerto López de la que sobrevivió gracias a la acción veloz de sus escoltas que lo sacaron por una zanja. Al año siguiente, en marzo de 2010, el intento de asesinarlo ocurrió a pocos kilómetros de Villavicencio.
Fueron 25 los atentados de los se salvó en sus 78 años de vida, seis guerras y millones de dólares invertidos en ellas, para terminar finalmente yéndose de este mundo como cualquier mortal, derrotado por el cáncer. Aunque el gran funeral hubiera querido recordarle al mundo que don Víctor no fue un hombre cualquiera, en la memoria de sus días quedó lo que nunca pudo ser: un hombre de paz.
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Fotos exequias: Isabella Bernal Vega
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Junio 26 de 2013..
Tomado de:

lunes, 24 de junio de 2013

Noureddine Khalifa, dicto conferencia sobre turismo en Marruecos, alfitriones Gerney Rios y Roland Guzman

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Víctor Hugo Lucero Montenegro
Enviado Especial
Primicia
Un hombre carismático, con el cual tuvimos la oportunidad de realizar una gira por buena parte del departamento del Tolima, es el actual embajador del Reino Unido de Marruecos en Colombia, Noureddine Khalifa. Este hombre, admirador de los paisajes de una región rica en la naturaleza, estuvo dictando conferencias en diversas municipalidades, donde siempre recalcó la necesidad de trabajar por la grandeza del turismo como principales fuentes de ingresos para las regiones que tienen todo, pero les falta mucho.
Nuestro recorrido se inicia en Bogotá. El embajador Khalifa, su conductor, el educador Gerney Ríos y este servidor iniciamos nuestra maratónica actividad académica a las orillas del río Magdalena, donde se levanta la histórica ciudad de Honda, con sus gentes amables e interesadas en recibir algunos conocimientos a través de la educación formal..
A nuestra llegada tuvimos la oportunidad de recorrer las tradicionales y antiguas calles, donde se levantan hermosas residencias construidas en el siglo XVIII, y sus calles empedradas, que hacen de Honda una especie de Cartagena en el interior del país. Nuestro amigo, el embajador, no tuvo problema alguno  en salir a las calles y preguntar sobre la historia y los hechos que rodearon la importancia que tuvo en el pasado esta ciudad.
Esa misma noche fuimos a cenar en uno de los tradicionales restaurantes, donde admiramos y saboreamos la gastronomía lugareña, que se ganó los mejores elogios entre los asistentes. «Sensacional», repetía el embajador, al tiempo que admiraba la arquitectura colonial de Honda.
Al día siguiente, un grupo aproximado a las trescientas personas lo  esperaban a las siete de la mañana, para escucharlo  en conferencia sobre la importancia del turismo en Marruecos y cómo se podía trabajar para desarrollar esta actividad en esta rica región.
La charla, que se prolongó por una hora, fue el encuentro de un marroquí con los habitantes de Honda, en buscar el desarrollo turístico de la región. Al final los encuentros, saludos y fotografías hicieron parte de un rito entre quienes, sedientos de conocimientos, asistían a un encuentro más de aquellos a  los que los tiene acostumbrados el catedrático Gerney Ríos, periódicamente.
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Tomado de:

Karim Jassir Sierra, hijo de hondanos en concurso a escoger la imagen del mejor latino en Canada

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Karim Jassir Sierra nació el 17 de marzo de 1986 en Bogotá, Colombia. Termina sus estudios escolares y secundarios,graduándose en el año 2001. En el mismo año se traslada para Toronto, Canadá con el fin de estudiar su carrera universitaria.  
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En Toronto, se convierte en miembro de la banda Difusión como segundo vocalista y tecladista. Difusión es una banda crossover, incluyendo temas de Juanes, Carlos Vives, Fonseca, Cabas, Joe Arroyo, Bonka, etc... En 2006 termina sus estudios de Mercadeo y administración de empresas. En el mismo año comienza sus estudios de Ingeniería de sonido y producción, en donde concluye sus estudios a mediados del 2008.
Se entrega de lleno a la agrupación Difusión, en donde alcanzan a participar en los eventos latinos más importantes de Canadá, participando en numerosos eventos y conciertos alrededor del país. En el 2010, se retira de Difusión con el fín de empezar su carrera como solista.
En el 2011, trabaja en varias producciones de reggaeton para varios artistas locales de Toronto. A comienzos del 2012, viaja a Colombia con el fin de comenzar su proyecto musical como solista. En agosto del mismo año, termina su primera producción discográfica titulada ‘Siempre Te Llevaré Conmigo’, la cual cuenta con 6 temas y un Bonus track.
Alrededor de la producción, grabó dos videos musicales;
‘Siempre Te Llevaré Conmigo’ el cual fue grabado en la ciudad de Toronto, y ‘Vuelve Otra Vez’ que fue grabado en Colombia. También, estuvo trabajando como productor para varios artistas del género urbano localizados en Colombia.
En el momento, se encuentra preparando el lanzamiento oficial del disco, el cual será a mediados del mes de noviembre en Bogotá, Colombia. Sin embargo, sin haber lanzado su disco, ya se encuentra promocionando su música, presentándose en varios sitios de la capital colombiana.
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Tomado de:
http://toronto.hispanocity.com/latinos-magazine
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http://www.oyemagazine.ca/index.php/Cultura/karim-jassir-sierra.html

Los tracto-muleros, los que mandan la parada en las carreteras nacionales y nadie les dice nada.

Colombia, un país donde las principales vías de desarrollo, fueron negadas por la actual dirigencia, acabando con la navegación, el ferrocarril, y ahora con las carreteras. Menos mal no le metieron el diente al transporte aéreo. El afán llenar nuestras carreteras de miles de tracto mulas, que impiden una buena movilización de los ciudadanos. Prueba de esto, este trancon inmenso en el principal puente de Colombia en Honda 
 Una tracto mulas más. Y eso que es solo para 40 toneladas, ¿cuantas hay?

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De limusina por Colombia 
 Prueba que si se puede transitar en limusina por las carreteras de nuestro país, es esta limusina que partió de la capital de la república rumbo a Medellín. Antes que las tracto mulas acaben con nuestras carreteras  disfrutemos de las vías.
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Fotografías. Esp. Tiberio Murcia Godoy. Jueves 20 de junio de 2013.

viernes, 21 de junio de 2013

Cómo hacer la transición al posconflicto Por Rafael Alfredo Colón

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Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las 2 orillas.
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Junio 17 de 2013.
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Los colombianos seguimos con la impresión de que ha hecho falta pedagogía y un  estrategia clara de comunicaciones que permita al ciudadano del común comprender —más allá de los expertos y estudiosos— la amalgama de términos que encierra un proceso de paz que por obvias razones históricas es comidilla de todos los días en el hogar, el trabajo, en la calle y especialmente en las redes sociales donde la gente opina y saca conclusiones.
En cualquier foro o escenario que promueve sensibilidad sobre la metodología de este proceso con las Farc, usamos buena parte del tiempo en definir cuál es el término apropiado: si desmovilización, reinserción o reintegración; si dejación de armas o entrega de armas. Y en este país de leyes, cualquier matiz puede significar poner en riesgo los intereses nacionales, o arrodillarse, desde la orilla de los más vehementes.
Sin querer entrar en esa discusión que podría ser bizantina, lo fundamental para las dos orillas de opinión que más argumentan en redes sociales y debates, es ponerse de acuerdo en que el objetivo final, dentro de un posible acuerdo con las guerrillas de las Farc, es terminar el conflicto y pasar a un nuevo escenario de “transición”, como lo ha llamado el Alto Comisionado para la Paz.
Esa ruta del gobierno nacional, en términos generales plantea la profundización de la democracia en los territorios donde ha habido poco Estado y pocas libertades. Es decir, afianzar Estado con suficientes capacidades y músculo institucional, que permita transformar las regiones que han estado marginadas de la vida económica y social del resto del país. Es por esto que el Estado debe llegar allí, para no salir nunca más, porque donde existe débil control institucional se facilita el control ilegal del territorio.
Con la firma de un acuerdo entre el gobierno y las Farc, comenzaría un proceso de “transición” hacia el posconflicto, lo que significa un arduo camino de reconciliación, reconstrucción política, económica, territorial y del tejido social.
En este sentido, todos los colombianos pueden aportar, pues el gobierno no puede solo. Han sido tantos los años de abandono del país rural donde se instaló el conflicto con las guerrillas, que cualquier cosa que se haga como respuesta rápida no se notará en el mediano plazo. Y ya no estamos para paños de aguas tibias en los pueblos donde no existen servicios, salud, educación, vías terciarias y acceso a los mercados de los productos campesinos.
Basta tomar como referencia los Montes de María, territorio de no más de 7 000 kilómetros cuadrados, donde el Estado integralmente derrotó a las autodefensas en junio de 2005 y terminó finalmente con las guerrillas del ELN, ERP y dos frentes de las Farc en octubre del 2007. En esa porción del territorio nacional, no ha sido posible la consolidación y reconstrucción territorial; no hay vías terciarias, ni ambulancias; la gente hace fila para llegar a los aljibes a llenar su calambuco de agua, los agricultores pierden sus cosechas de aguacate por los problemas fitosanitarios, por el pésimo estado de las vías y las bacrim reviven fantasmas, haciendo presencia sobre el golfo de Morrosquillo.
Un acuerdo final con las Farc implicará para el gobierno adquirir suficientes capacidades institucionales para resolver los dilemas que surgirán al examinar en detalle los compromisos para la transición al posconflicto y para la construcción de una paz estable y duradera. Solo con recursos extraordinarios, con instituciones y funcionarios extraordinarios, el gobierno podría resolver el cómo fortalecer los gobiernos locales y regionales, y el cómo instalar justicia.
Los alcaldes y gobernadores estarán a cargo de las grandes ejecuciones: deberán gestionar y articular con todas las entidades del Estado mayores capacidades, deben desarrollar estrategias para profundizar la democracia y la transformación profunda de sus territorios, crear nuevas condiciones sociales,  e implementar los puntos sustantivos que se acuerden en La Habana.
Tamaña tarea no imposible, que requiere el apoyo de todos los colombianos, si queremos transformar la Colombia rural, para transitar por fin, hacia un nuevo escenario de paz y prosperidad, que permita la reconstrucción de lo que se destruyó por efecto del conflicto armado.
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Tomado de:

XIV Festivalito Sanpedrino del 28 al 30 de junio en Honda

Tres de las nueve candidatas que participaran este año en el XIV Festivalito Sanpedrino a realizarse en Honda durante los días; 28,29 y 30 de junio en el Barrio Santa Barbara
Posando de izquierda a derecha la niña El Refugio Paola Andrea Trujillo Alvarez; niña Santa Lucia, Jennifer Yuliana Ruiz Hoyos y niña Santa Barbara, Iris Valeria Díaz Martinez.
Fotografías. Esp. Tiberio Murcia Godoy. Miércoles 19 de junio Plaza de las Americas

lunes, 17 de junio de 2013

Scott Speedman filmo en Honda y Puerto Bogotá la película "Aguas Rojas"

Scott Speedman, junto con Saul Bello
El actor de cine Scott Speedman estuvo en la ciudad de Honda y el vecino corregimiento de Puerto Bogotá, el pasado mes de mayo filmando una película de horror junto a la actriz Julia Stiles, titulada "Aguas Rojas". La prensa nacional especulo que también participaría Sean Connery.
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¿Quien es Scott Speedman?
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Ha protagonizado recientemente Dark Blue, junto a Jurt Russell y Ving Rhames. Ambientada en Los Angeles durante el juicio a Rodney King, se trata de un intenso y vibrante drama policial dirigido por Ron Shelton.

También ha podido ser visto hace poco en Mi Vida Sin Mí, la película de la directora catalana Isabel Coixet que produjo Pedro Almodóvar. Le acompañaban en el reparto Sarah Polley y Mark Rufallo.

Entre otros créditos suyos para la gran pantalla destacan la producción Duets (A Dúo) dirigida por Bruce Paltrow y protagonizada por Gwyneth Paltrow y Maria Bello, así como el film independiente de Canadá Kitchen Party, del realizador Gary Burns.

Speedman empezó a ser conocido por el gran público tras protagonizar la serie televisiva Felicity junto a Keri Russell.

Nacido en Londres, Inglaterra, y criado en Toronto, Notario, Speedman dedicó gran parte de su adolescencia a la práctica del atletismo, siguiendo los pasos de su madre, poseedora de un record mundial de velocidad. De los 12 a los 14 años, fue miembro del equipo de relevos de natación que consiguió un record nacional de su categoría en la prueba de 400 metro. En 1992, como miembro del Equipo Nacional Junior de Natación del Canadá, Speedman compitió en los Juegos Olímpicos, pero poco después, una lesión en el cuello le obligó a abandonar la natación.

El debut de Speedman como actor llegó con el corto Can I Get A Witness. Este cortometraje fue realizado en el Norman Jewison Center de Toronto y proyectado en la edición de 1996 del Festival Internacional de Cine de Toronto.

Cuando no está trabajando, Speedman disfruta haciendo escalada, leyendo y jugando a baloncesto. Actualmente divide su tiempo entre Los Angeles, Nueva York y Toronto..
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Nota tomada de:

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Julia Stiles y Scott Speedman estan haciendo un film de horror en Colombia


No hace mucho que les comentaba que Peter Facinelli estaba en Bogotá filmando una pelicula de horror llamada Gallows Hill, pues resulta que ahora tenemos un film de mucho mas alto perfil grabándose en la misma ciudad.

Hace algunos días les contaba en mi cuenta de Twitter que la bella Julia Stiles (que amo por su papel como Lumen en Dexter) estaba en la capital del país, pues gracias a Rafael, que me confirmó la noticia en el cbox pude comenzar a investigar y efectivamente ella se encuentra en este momento grabando, al lado de Scott Speedman (Underworld), una película llamadaOut of The Dark bajo la dirección del cortometrajista español Lluíz Quillez.

Según THR, la trama sigue a una familia que viaja a Colombia a heredar un negocio de manufactura, pero se mudan a una casa en medio de la jungla Colombiana que resulta estar embrujada.


En medio de la jungla Colombiana? en serio? OK, ya se por donde va esto. De todos modos me encanta que traigan esta clase de producciones al país y ya veremos como resulta.

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Tomado de:
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