sábado, 12 de septiembre de 2020

Honda, la reina destronada por José María Samper Agudelo (Febrero de 1858)

Honda, vista  desde la moya de Santa  Marta
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.Honda, la reina destronada, sombra de su lejano esplendor; se presentaba á mis ojos con su manto azul y sus ruinas cubiertas de parásitas, mas triste y mas hermosa que nunca. Jerusalén del poema oscuro de mi juventud, la dejaba entre sus colinas y sus bosques como un santuario de recuerdos venerables. La madre recibía el adiós del hijo viajero: mi pensamiento la comprendía mejor que nunca!

Dejar la tierra natal ¡este solo hecho entraña un drama entero para el corazón! Qué momento tan solemne aquel, de recogimiento para el alma del viajero, de esperanza profunda y de temor supremo!

 Al dejar la playa arenosa donde quiebra sus hondas el majestuoso Magdalena, creía separarme de un inmenso tesoro. Ahí quedaban: la tumba de mi padre, las tradiciones de familia, la ceniza del hogar, las dulces memorias, los caprichos y los locos amores de la juventud, los amigos, la fortuna, la libertad, el aire, el cielo, los mil rumores vagos y confusos, y todo ese adorable conjunto de impresiones y sueños, de pesares y recuerdos, de infortunios y dichas, que se llama la Patria!... Todo eso quedaba atrás, como sepultado en un panteón cuya portada era Honda! ¿Y adelante?... Lo vago y desconocido,—lo infinito y maravilloso;—eso que el corazón acaricia en sus sueños de esperanza, y que la duda cubre con sus sombras cuando el viajero se dice: ¡quién sabe!

 Honda es una vieja ciudad, enteramente española por su construcción, pero de un aspecto tan caprichoso y pintoresco que llega hasta las proporciones de lo romántico. El rio Magdalena, la grande arteria del comercio de Nueva Granada, después de haber traído por algunas leguas la dirección de S. E. á O., pierde repentinamente su mansedumbre, se estrecha entre las altas rocas de dos serranías paralelas, y torciendo directamente al norte se lanza por entre raudales pedregosos, coronado de espuma, bramando como la gran mole de una catarata, y, como fatigado de ese descenso tormentoso, va á reposarse, una legua mas abajo, lamiendo suavemente las anchas playas de la Bodega. Una llanura de cuatro leguas, interrumpida por algunos bosques y colinas; pintorescos y de lujosa vegetación, viene desde la derruida ciudad de Mariquita (la tumba del conquistador Quesada), al pié de la cordillera central de los Andes, y termina sobre la orilla izquierda del Magdalena, dominando el áspero raudal que los naturales llaman el Salto. El primoroso rio Gualí, azul, saltador, espumante como un torrente, y orrilado por suntuosas arboledas, limita la llanura por el norte, y corriendo de O. á E. viene á darle su limpio tributo al Magdalena, dividiendo en dos partes la ciudad de Honda; en tanto que á 400 metros mas arriba una hermosa quebrada desemboca también, cortando la playa del puerto principal.

 Vista de fuera, Honda parece una ciudad oriental ó morisca, ya par su caprichosa situación y sus edificios de pesada mampostería, ya por el contraste de los colores, los techos, los blancos ó negros muros, las formas extravagantes y los balcones y azoteas, ya en fin por los penachos de los altos cocoteros, meciéndose blandamente como para abrigar con su sombra la ciudad, protegiéndola contra los rayos de un sol abrasador, que brilla en la mitad de un cielo eternamente azul y trasparente.

 Honda tiene una población de 5,000 almas, y es el gran puerto de escala del comercio interior de la República. Si en la época de la colonia fué la vía del comercio europeo respecto del Ecuador y el Perú, la independencia de Colombia, el tránsito por el Istmo de Panamá y un espantoso terremoto que la redujo á escombros en junio de 1805, le hicieron perder su primitiva importancia comercial. Hoy no es mas que una plaza de tránsito, que empieza á resucitar en medio de los escombros, gracias á la agricultura interior y á las grandes ventajas que le ofrece la navegación del Magdalena.

 No he visto jamás una ciudad en donde estén tan bien representadas como en Honda la vida, que se ostenta en el poder de una naturaleza exuberante y espléndida, y de un comercio activo, y la muerte, que parece anidarse en la soledad de las ruinas ennegrecidas por el tiempo. Luchando la una contra la otra sin cesar, no es dudoso á quién tocará la victoria; es á la primera, protegida por la libertad y la industria, representantes del progreso, que es la síntesis de la vida!

  La ciudad de Honda es el límite ó centro de dos regiones enteramente distintas: hácia el sur y el oriente las admirables comarcas del alto Magdalena; hácia el norte las soledades infinitas, los desiertos ardientes y la monótona uniformidad del bajo Magdalena. Arriba la mas espléndida región de la Colombia meridional; un panorama infinitamente variado de llanuras y colinas, de selvas y montañas, de contrastes interminables en las formas, los colores y los recursos de la naturaleza; y toda esa sucesion de valles lacustres y de lujosas serranías, enriquecida por una poblacion activa, numerosa y bastante civilizada, y por las obras de una agricultura progresiva, que se mancomuna con el comercio, la industria pecuaria, las artes y la minería. Allí, en toda esa comarca primorosa, ardiente paraíso de Nueva Granada, se ve la vida social, el desarrollo activo, la civilización.
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SAMPER Agudelo José María ( ) Viajes de un colombiano en Europa. Volumen I y II

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