La solidaridad debería ser el personaje del año 2011 en Colombia.
Es mucha la tinta que se ha derramado para informar sobre la inmensa tragedia invernal de nuestro país.
Más de 300 muertos, entre ellos valientes policías que tratando de proteger ciudadanos han perdido su vida; 320 heridos; 65 desaparecidos; 380 mil hectáreas de tierra inundadas; 3.200 viviendas destruidas y más de 310.000 averiadas; la Zona Franca del Pacífico completamente inundada y 32 empresas allí establecidas produciendo empleo y riqueza para el Valle del Cauca y para el país, pasando por una difícil situación; más de 2 millones de compatriotas afectados; los niveles de los principales embalses del país al tope; el río Magdalena con caudales superiores a 18.000 metros cúbicos mientras el promedio no superaba los 11.000 metros cúbicos según los expertos; más de 250 vías con pasos restringidos y cerca de 40 con cierres totales por culpa de deslizamientos en el interior del país e inundaciones en la región caribe.
La naturaleza nos está pasando la cuenta de cobro a nivel mundial con el cambio climático y a nivel local con la forma desconsiderada como la hemos tratado.
Nos dedicamos a talar árboles para sembrar especies que "no requieren sombrío", como nos decían los asesores técnicos. Al suelo y a producir carbón vegetal se fueron centenarios árboles que durante años produjeron sombrío.
Las partes altas de las montañas se fueron deforestando para sembrar pasto y engordar ganado, que al pisar estas pendientes laderas contribuyen a que las aguas de escorrentía no fluyan ordenadamente y produzcan empozamientos que luego causan los deslizamientos que hoy tienen el mapa vial colombiano en problemas, o que haya producido lamentables derrumbes con pérdidas de viviendas y vidas humanas incluidas.
En las zonas planas la situación ha sido diferente y peor: gracias al afán de cultivar o pastorear ganado en las orillas de los ríos, "les robamos" a estos sus zonas de descanso en épocas de invierno y el país se dedicó a construir obras de control de inundación en las orillas de estos.
De ahí los famosos diques que se han venido construyendo a lo largo de la margen izquierda del río Cauca en la región de La Mojana. Cada año se van construyendo más y más metros lineales. El resultado: ya se están inundando las tierras de la margen derecha y las que están aguas abajo, más próximas a las desembocaduras. Como inteligentemente me lo dijo uno de los más destacados ingenieros hidráulicos de Colombia, "estamos entubando los ríos". Por eso están aumentando su caudal y su velocidad y se están llevando por delante lo que encuentran a su paso.
En resumen, los ríos están recuperando lo que les pertenece. Viene aquí a mi memoria una célebre y sencilla frase de mi profesor de estructuras hidráulicas: "El agua no es boba, no peleen con ella, trátenla con cariño y, ante todo, con respeto".
¿Qué hacer? He tomado la decisión en el gobierno del presidente Santos, con el apoyo de los expertos conocedores de la ingeniería hidráulica colombiana, de revivir el estudio que se elaboró en la década del 70 por una misión colombo-holandesa para analizar en esa época los mismos fenómenos que estamos viviendo hoy.
Lo anterior solo tendrá frutos y nos evitará nuevas tragedias hacia el futuro, si simultáneamente se da un trabajo más responsable de autoridades locales y corporaciones ambientales regionales, para controlar la deforestación en el centro del país. La actualización de ese estudio y su puesta en práctica serán el mejor legado que les podremos dejar a las generaciones que tendrán que enfrentar las nuevas realidades del medio ambiente y la naturaleza. No hacerlo sería una enorme irresponsabilidad.
Sirva el final de este artículo para invitar a los colombianos a no dejar de un lado la solidaridad ante esta grave tragedia (la peor de la historia). Créanme que lo que observamos a través de los medios de comunicación no es ni la centésima parte de lo que se ve en la realidad de cada sitio. La solidaridad debería ser el personaje del año 2011 en Colombia.
* Ministro de Transporte
Es mucha la tinta que se ha derramado para informar sobre la inmensa tragedia invernal de nuestro país.
Más de 300 muertos, entre ellos valientes policías que tratando de proteger ciudadanos han perdido su vida; 320 heridos; 65 desaparecidos; 380 mil hectáreas de tierra inundadas; 3.200 viviendas destruidas y más de 310.000 averiadas; la Zona Franca del Pacífico completamente inundada y 32 empresas allí establecidas produciendo empleo y riqueza para el Valle del Cauca y para el país, pasando por una difícil situación; más de 2 millones de compatriotas afectados; los niveles de los principales embalses del país al tope; el río Magdalena con caudales superiores a 18.000 metros cúbicos mientras el promedio no superaba los 11.000 metros cúbicos según los expertos; más de 250 vías con pasos restringidos y cerca de 40 con cierres totales por culpa de deslizamientos en el interior del país e inundaciones en la región caribe.
La naturaleza nos está pasando la cuenta de cobro a nivel mundial con el cambio climático y a nivel local con la forma desconsiderada como la hemos tratado.
Nos dedicamos a talar árboles para sembrar especies que "no requieren sombrío", como nos decían los asesores técnicos. Al suelo y a producir carbón vegetal se fueron centenarios árboles que durante años produjeron sombrío.
Las partes altas de las montañas se fueron deforestando para sembrar pasto y engordar ganado, que al pisar estas pendientes laderas contribuyen a que las aguas de escorrentía no fluyan ordenadamente y produzcan empozamientos que luego causan los deslizamientos que hoy tienen el mapa vial colombiano en problemas, o que haya producido lamentables derrumbes con pérdidas de viviendas y vidas humanas incluidas.
En las zonas planas la situación ha sido diferente y peor: gracias al afán de cultivar o pastorear ganado en las orillas de los ríos, "les robamos" a estos sus zonas de descanso en épocas de invierno y el país se dedicó a construir obras de control de inundación en las orillas de estos.
De ahí los famosos diques que se han venido construyendo a lo largo de la margen izquierda del río Cauca en la región de La Mojana. Cada año se van construyendo más y más metros lineales. El resultado: ya se están inundando las tierras de la margen derecha y las que están aguas abajo, más próximas a las desembocaduras. Como inteligentemente me lo dijo uno de los más destacados ingenieros hidráulicos de Colombia, "estamos entubando los ríos". Por eso están aumentando su caudal y su velocidad y se están llevando por delante lo que encuentran a su paso.
En resumen, los ríos están recuperando lo que les pertenece. Viene aquí a mi memoria una célebre y sencilla frase de mi profesor de estructuras hidráulicas: "El agua no es boba, no peleen con ella, trátenla con cariño y, ante todo, con respeto".
¿Qué hacer? He tomado la decisión en el gobierno del presidente Santos, con el apoyo de los expertos conocedores de la ingeniería hidráulica colombiana, de revivir el estudio que se elaboró en la década del 70 por una misión colombo-holandesa para analizar en esa época los mismos fenómenos que estamos viviendo hoy.
Lo anterior solo tendrá frutos y nos evitará nuevas tragedias hacia el futuro, si simultáneamente se da un trabajo más responsable de autoridades locales y corporaciones ambientales regionales, para controlar la deforestación en el centro del país. La actualización de ese estudio y su puesta en práctica serán el mejor legado que les podremos dejar a las generaciones que tendrán que enfrentar las nuevas realidades del medio ambiente y la naturaleza. No hacerlo sería una enorme irresponsabilidad.
Sirva el final de este artículo para invitar a los colombianos a no dejar de un lado la solidaridad ante esta grave tragedia (la peor de la historia). Créanme que lo que observamos a través de los medios de comunicación no es ni la centésima parte de lo que se ve en la realidad de cada sitio. La solidaridad debería ser el personaje del año 2011 en Colombia.
* Ministro de Transporte
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