domingo, 20 de abril de 2014

Mucho río, pocos peces por María Alejandra Calderón, un reportaje para Señal Radio Colombia

El río Magdalena fue por siglos la mayor despensa de bagre y bocachico, peces insignes en la dieta de los habitantes de sus riveras. Hoy, la mayoría del que se come en Colombia es importado. ¿Por qué estamos trayendo alimento que nosotros mismos producimos? 
El río Magdalena es la arteria natural más grande de Colombia. Es una autopista de agua de cerca de 1500 kilómetros, que nace en el macizo central, en pleno corazón de lo Andes, y desemboca en la Costa Caribe. A lo largo de sus riveras viven miles de familias que viven de lo que les da el río, en particular de la pesca. 
Desde el siglo XVI, Honda, al norte del Tolima, fue uno de los puertos más importantes sobre el Magdalena. Su ubicación estratégica la convirtió también en una de las despensas de pescado más importantes del país. 
“Hay inscripciones de cronistas que dicen que en ésa época era suficiente con montarse  en una canoa, golpear el agua con los remos y las canoas se llenaban de peces”, dice Luis Enrique Larrota, biólogo de la Universidad Nacional y estudioso de la historia de esta ciudad.
Sin embargo, de un tiempo para acá, el río dejó de ser esa fuente casi inagotable de alimento. De 100 especies de peces que se contabilizaban a mediados del siglo pasado, hoy, los registros indican que no hay más de 15.
“No se puede vivir porque el río tiene sus épocas, baja mucho mugre, la gente tiene que salir a buscar el sustento... el pescador tiene dos o tres meses de vidrio, que es de escasez de todo”, explica  Hugo Granados presidente de la asociación de pescadores de esta zona y él mismo vendedor de pescado en la avenida Pacho Mario, en Honda. 
La plaza de mercado de Honda, ubicada en el centro colonial de la ciudad, era hace 20 años el epicentro de compra y venta de pescado. Había más de 30 puestos de venta de pescado. Hoy sólo sobreviven dos puestos, sin agua y sin luz por que la Alcaldía les suspendió el servicio.
Esa situación es el retrato de una situación que muchos colombianos desconocen:
El bagre rayadado y el bocachico dos peces insignia del río Magdalena llegan hoy al país en barco y congelados. La mayoría los importamos de lugares tan distantes como el río Mekong en Vietnam y el río Paraná en Argentina.
¿Cómo terminó Colombia importando un alimento que es parte de la esencia e historia de su rio más importante?
“El consumo de pescado en los últimos años ha venido incrementándose y los diferentes TLC’s permiten tener una proteína más económica”, explica  Sara Bonilla, directora ejecutiva La Federación nacional de acuicultores de Colombia. “Eso genera una competencia entre el producto nacional y el internacional”.
Juan Manuel Díaz, director científico de Marviva, una organización que trabaja para estimular la pesca responsable, señala que el basa, una especie de bagre que se vende en Colombia a bajo costo, es otra variedad extranjera que ha invadido nuestros mercados.
“Ese basa ha tenido mucho éxito acá porque somos malos comedores de pescado”, dice Díaz. “Es una alternativa proteínica barata y que sabe más o menos”. 
Y agrega: “alguien decía que lo bueno del basa es que le enseña a la gente a comer pescado”.
Los números son alarmantes. Mientras que en 1977 se extraían 15.960 toneladas de bagre rayado, en el año 2010 la cifra bajó a sólo 1.485 toneladas, según un reporte del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA). 
Para Sara Bonilla la industria pesquera nacional no está en condiciones de competir con el pescado que llega de otros países. 
“Estas importaciones están al rededor de 120 mil toneladas al año en promedio, entre 2010 y 2012. Los importados están llegando al país con 0 por ciento de arancel lo cual los hace más competitivos frente a nuestra producción,” explica Bonilla.
En efecto. Mientras la libra de bagre rayado colombiano, del Magdalena, cuesta 8 mil pesos, el basa importado puede costar menos de 4 mil pesos. 
Pero no sólo eso preocupa al sector pesquero. A pesar de que Colombia es un país con doble acceso al mar Caribe y al Pacífico, y una inmensa riqueza hidrográfica, los colombianos comemos poco pescado.
 “Un colombiano consume un promedio de 4,54 kilogramos de pescado per cápita por año”, explica Bonilla con números en mano. “Realmente somos de los más bajos en América Latina donde el promedio es de 19 kilogramos per cápita año y en Europa 38 kilogramos”. 
Amira Reyes es la  propietaria del Restaurante y pescadería El Dorado en Puerto Bogotá.  Desde 1948, su restaurante es famoso por la oferta de pescado. Y por sus preparaciones, entre las que destaca el viudo frito o la cazuela de bagre y el bocachico sudado. Ella asegura que muchos clientes han empezado a reclamar que sólo quieren que les sirvan pescado del Magdalena. El importado, aseguran algunos, tiene menos sabor.
La situación de la pesca en el Magdalena es tan crítica que los pescadores le han encontrado mejores usos a sus líneas y atarrayas. Ahora las usan para pescar la madera que baja por el  río y que luego venden a los aserraderos o como combustible en forma de leña.
El año pasado el gobierno prometió una solución a la difícil situación que viven hoy al menos dos mil familias de pescadores en Honda y Puerto Bogotá, al cual se acentuó con la ola invernal de 2010 y 2011. Esto dijo Juan Carlos Robles, Director de Pesca del Ministerio de agricultura durante una visita presidente Santos en 2012:
Nos hemos comprometido como ministerio de Agricultura, para fortalecer estas asociaciones y muy rápido hacer un levantamiento de las afectaciones y con Colombia Humanitaria buscar los recursos para este proceso, reconociendo que son comunidades de pescadores. 
El auxilio promete dotarlos de atarrayas, canoas y uniformes. Pero lo más importante es una siembra de alevinos en el río que promete una repoblación de los peces. 
Los pescadores de Honda y Puerto Bogotá no se hacen muchas ilusiones. La única promesa que si se cumple cada año, es la subienda de enero, la época en que las redes vuelven a salir cargadas de peces. Lo que recojan les alcanzará al menos para pagar las deudas de un año poco productivo. 
María Alejandra Calderón, un reportaje para Señal Radio Colombia.
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Tomado de:
http://www.senalradiocolombia.gov.co/investigaciones-radio-nacional/maria-alejandra-calderon/item/3509-mucho-r%C3%ADo-pocos-peces

1 comentario:

Jorge Bonil Reyes dijo...

Sí, es casi una desgracia la desaparición de las especies del Río Magdalena, de ellas han vivido miles y miles de pescadores y sus familias a lo largo de su recorrido... y de la historia. Honda está ahí. No es asunto nuevo, el problema tiene varios años de incubación y presenta ya sus consecuencias funestas para estos colombianos de bien. Nadie habla de la desecación de las ciénagas por parte de los terratenientes para ampliar las fronteras ganaderas, por ejemplo. El definitivo abandono oficial de nuestros ríos, lagunas y humedales aunque existen las Corporaciones Autónomas como la del río Magdalena. Los colombianos que vivimos de espaldas a nuestros ríos y lagunas. La tala perversa y ambiciosa de bosques y árboles cercanos a la cuenca del río. La contaminación sistemática del río como gran cloaca que afecta directamente la cantidad y calidad de las especies que en él viven y se reproducen. La forma fácil de importar pescado aunque esté contaminado en otra parte (el río Mekong y otros ríos asiáticos son mayores cloacas que el nuestro). Estos son algunos de los inconvenientes que presenta nuestro adorado río Magdalena, la pesca es cuestión de un pasado más dichoso. Ahora los pescadores no tienen otras alternativas, los proyectos que pretenden ayudar a esta situación carecen del enfoque antropológico - cultural para generar cambios de actitud y cambios en la actividad económica. La palabra subienda pierde progresivamente su sentido de abundancia y su significado como sostén de miles de personas. Ir al puente Luis Ignacio Andrade o pararse en las piedras del río a mirar pescar es más un acto de nostalgia que un momento de entusiasmo y alegría. Esto no es un dibujo pesimista de la realidad, es una lectura crítica fundamentada. Quizás pasarán varias generaciones y mucho trabajo habrá que hacerse para reivindicarnos con nuestro río Magdalena y ayudar para que recobre su riqueza de vida.