Ocho prestigiosos artistas de América Latina, financiados por un grupo de servicios fiduciarios con base en Singapur, convivieron durante dos semanas en Honda. El resultado: una ambiciosa exposición que ocupa el estupendo espacio de NC-Arte en el barrio La Macarena de Bogotá.
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A 157 kilómetros al noroccidente de Bogotá, justo en el centro de Colombia, se encuentra la histórica población de Honda. Un pueblo ribereño asentado entre la cordillera oriental y central, en el imponente valle del río Magdalena. Como muchos de los lugares del país este tiene dos caras. Una es la que ven los viajeros de paso desde sus automóviles y la otra la que admiran los visitantes que llegan a quedarse mínimo un fin de semana. En el primer caso, Honda no pasa de ser un desprolijo caserío al borde de la carretera, invadido por montallantas, bombas de gasolina, numerosos restaurantes informales, mucha publicidad y varios perros callejeros que no logran caminar por la insoportable magnitud del calor. Para los segundos, más que un lugar de paso o una parada en sus itinerarios, es una de las ciudades más antiguas de Colombia, joya de la arquitectura colonial, cuna de los aborígenes ondaimas y el lugar perfecto para alejarse tanto del caos de la ciudad como de los balnearios turísticos convencionales. Y bien, allí, entre agua, sol y alegría –nombre que lleva un conocido parque acuático del lugar– decidieron llevar a cabo la primera versión del proyecto LARA (Latin American Roaming Art).
Como lo indica su nombre, el proyecto LARA parte de un concepto: itinerar. Un verbo que aún no aparece en el diccionario pero que se utiliza para hablar de movimiento, de traslado y de nomadismo. Incluso tiene un carácter redundante por el hecho de que se refiere al trayecto de algo que, de por sí, es móvil. Como cuando se usa un celular fuera de su país de origen. Y bien, partiendo de esta problemática, el grupo de servicios fiduciarios con base en Singapur,Asiaciti Trust, junto con la chilena Alexia Tala, curadora general, decidieron organizar este proyecto artístico por diferentes lugares de Latinoamérica. La primera parada sería Colombia. Allí nombraron al colombiano José Roca como curador temporal, que junto con Tala, tendría la tarea de seleccionar y acompañar a ocho artistas de la región en una residencia, en este caso, en Honda. Los elegidos fueron Adriana Bustos (Argentina, 1965), Leyla Cárdenas (Colombia, 1975), Nicolás Consuegra (Colombia, 1975), Ximena Garrido-Lecca (Perú, 1980), Rosario López (Colombia, 1970), Alejandra Prieto (Chile, 1980), Caio Reisewitz (Brasil, 1967) y Pablo Uribe (Uruguay, 1962), quienes en agosto del 2012 se concentraron allí, convivieron durante doce días, exploraron el lugar y sacaron sus primeras conclusiones. Meses después volvieron por separado a afinar detalles. La idea general era estudiar la locación, inspirarse de su situación geográfica e histórica, revisar todas las posibilidades culturales y sociales que ofrecía y luego, en cada uno de sus talleres, producir una obra para la exposición colectiva en Bogotá.
Así, el proyecto plantea diversas capas de movimiento o traslado. Primero que todo está la empresa promotora proveniente de Asia que expande su mirada hacia el continente americano; luego, los artistas y curadores que durante el proceso y en diferentes instancias deben desplazarse hacia un lugar ajeno a los circuitos artísticos tradicionales y, finalmente, el proyecto mismo, que itinera en el tiempo por diferentes lugares de Latinoamérica. De acuerdo con la curadora general –que en el 2011 trabajó junto con Roca en la octava Bienal de Mercosur en un proyecto con características similares–, la concepción de LARA está influenciada tanto por el modelo utilizado en la bienal europea Manifesta, como por una serie de debates previos entorno a estos temas. El resultado, además de las vivencias personales que pudiera recoger cada artista en su paso por este pueblo al extremo del puente Luis Ignacio Andrade, fueron una serie de obras que se exhiben desde el pasado 16 de marzo y hasta el 27 de abril en el espacio independiente NC-Arte, ubicado en el barrio La Macarena de la ciudad de Bogotá.
A la entrada, como telón central, están varios velos blancos de Rosario López que, en su continua búsqueda por entender el paisaje y la levedad, recrean una topografía montañosa suspendida en el aire. A los lados, de piso a techo, se ubican dos espejos en cuya parte inferior se ven varios vasos, cortados a la mitad y completados por su propio reflejo en el espejo. Una cita irónica de Consuegra a propósito del calor intenso de Honda, que además alude al dicho popular: “Nadie sabe de la sed con que el otro bebe”. Al fondo, estática entre dos video instalaciones –una vista cóncava del fluir del río compuesta por varios televisores, también de Consuegra, y una cámara estática que graba a dos voceadores del terminal de transportes de Pablo Uribe–, se presenta una enorme prensa de Alejandra Prieto, que en vez de hacer su función de comprimir tabaco, presiona carbón y caucho. Completando el recorrido del primer piso están unas proyecciones tridimensionales de algunos puentes viejos de Honda. Dibujos hechos con finas capas de metal oxidado, por Leyla Cárdenas, quien se basó en antiguas postales para reflejar el olvido y el paso del tiempo que sufren sus monumentos. También se ?exhiben unas enormes fotografías paisajísticas de Caio Reisewitz y un hermoso video filmado por Ximena Garrido que, junto con una instalación de luz, recrea el ambiente casi cinematográfico de un fragmento de la plaza de mercado. En el segundo piso están las infografías pedagógicas e ideológicas de Adriana Bustos, y aparte dos planos fijos de varias locaciones de Honda, tan solo afectados por el paso de algún transeúnte u otro elemento en movimiento, de Reisewitz. Todo ello en una exposición que revive el imaginario nacional, resalta las contradicciones de este lugar tropical y vuelve y pone en el centro de la discusión a uno de los grandes protagonistas de toda nuestra historia y geografía: el río Magdalena. Como reconocimiento, y aporte final del proyecto, se otorgó el merecido premio a Nicolás Consuegra quien viajará a finales de este año a hacer una residencia en el museo de arte contemporáneo de Manila, en Filipinas.
Mientras los artistas ya empacaron sus maletas y volvieron a casa, el proyecto toma rumbo hacia Brasil, su siguiente país de acogida. Quedan sin embargo varias preguntas en el aire: ¿Hasta qué punto los artistas se inspiran realmente de estas residencias y observan el contexto más allá de su propia obra? ¿Son estas una excusa para mostrar lo mismo de siempre pero en otro lugar? ¿La experiencia irá desplazando poco a poco al objeto de arte y su proceso de creación? ¿Fue esta una prueba piloto para Roca y su nuevo proyecto Flora, que también incluye proyectos de residencia en Honda? |
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1 comentario:
Me parece complejo el reto de proyectar un comentario sobre estas obras del arte, las cuales sí están correlacionadas y representan realidades cotidianas de nuestra ciudad Honda, tan agobiada por el abandono institucional. En algún comentario anoté que el arte también es desarrollo y es factor contribuyente con la calidad de vida de sus habitantes. Los artistas visitarán otros países y lugares, entrarán en contacto vivencial con otras poblaciones y sus culturas, pero no olvidarán a Honda y su gente. Nos dejan una grata experiencia a través de sus obras, es la primera vez que veo y vivencio a Honda desde el alma del arte.
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